Operativos. Un arresto durante una   de las redadas en Ripoll tras los arrollamientos.

Los jovenes descarriados de Ripoll

La pequeña población desconocía que albergaba un brote de yihadismo y para sus moradores, los atacantes de Cataluña eran unos “niños” normales e integrados.

En el pequeño pueblo español de Ripoll, un niño marroquí de 7 años de edad se encuentra en su casa sin sus hermanos mayores: dos de ellos fueron abatidos como ‘terroristas’ y el otro detenido. “Es porque se enganchaban mucho al imán”, explica el jovencito, sin duda repitiendo lo que ha escuchado de los adultos.

Luego de los atentados yihadistas del 17 de agosto que dejaron 15 muertos y 120 heridos en Cataluña, Ripoll aún trata de digerir que allí nacieron o crecieron muchos de los sospechosos de integrar la célula.

Pese a la consternación y el rencor hacia ellos, los habitantes siguen refiriéndose a los jóvenes como los “niños”, quienes eran bien conocidos en el pueblo y considerados integrados.

En la agradable pequeña plaza en el centro histórico, el niño de 7 años acompaña a su padre Brahim, un obrero fabril marroquí, “nacido en 1969 y llegado a Ripoll en 1999”, comenta.

“Dos de mis hijos -Youssef y Said- han muerto porque el imán les enseñaba el Corán al revés, ellos no saben árabe, al llegar aquí eran pequeños, hablan el catalán, el castellano, el bereber...

El otro, Mohammed, solo ha dejado el coche para su hermano, sin saber nada”, dice en un español rudimentario.

Mohammed Aallaa, de 27 años, el dueño de un Audi que embistió contra peatones en la localidad turística de Cambrils, al sur de Barcelona, fue puesto en libertad por un juez durante esta semana debido a la falta de indicios “suficientemente sólidos”.

Su hermano Said, que estaba próximo a cumplir 19 años, era uno de los cinco ocupantes del Audi abatidos por la policía.

Brahim Aallaa asegura que no conoce aún con certeza cómo murió Youssef, el otro de sus cuatro hijos.

Las pruebas de ADN han confirmado que falleció en la explosión de una vivienda en otra población de Cataluña, Alcanar, abarrotada de bombonas de gas, donde según las autoridades la célula preparaba atentados de mayor envergadura.

“El mes de Ramadán, (decían que) iban a rezar todo el día con el imán y por la noche también, en julio”, recuerda el padre. “Después del Ramadán, (Youssef) había cambiado. Cogía el coche de su hermano y se iba diciendo que buscaba trabajo”, añade.

Conocido por su monasterio medieval, Ripoll defiende su identidad catalana: en sus balcones se ven banderas que dicen “sí” a la independencia de España.

Ubicada 90 km al norte de Barcelona y entre dos montañas boscosas, esta tranquila localidad a los pies de los Pirineos y con 10.000 habitantes de los cuales 5 % son marroquíes, no sospechaba albergar un brote de yihadismo.

Cuando ve un organigrama de la “célula de Cataluña” publicada en la prensa, Nuria Perpinya dice quedarse “helada”.

“Son terroristas y se me rompe el corazón, es un sentimiento contrapuesto”, expresa esta profesora de 36 años, explicando que “algunos son como mis niños, les enseñé a dividir, a sumar”.

Hasta 2015, Nuria trabajó para un programa regional de lucha contra la exclusión. Guarda buenos recuerdos de estos “chicos normales, totalmente integrados”.

No obstante, admite: “Estos chicos quizás no tenían mucho carácter, y podían ser más vulnerables”.

En un pequeño edificio de Ripoll, Moussa Oubakir, de 17 años, vivía con su madre. Uno de sus cuatro hermanos, Driss, de 28 años, fue imputado de “asesinatos y lesiones de carácter terrorista” y encarcelado.

“Para hablar de Moussa, no se usaban calificativos negativos: le decíamos considerado, educado, alegre”, dice esta responsable de la alcaldía a cargo de la coexistencia, Maria Dolors Vilalta.

Pero en la red social Kiwi, donde participaba activamente hace dos años, Moussa aseguró en un mensaje que si fuese rey del mundo se dedicaría a “matar a los infieles, solo dejar a musulmanes que sigan la religión”.

Moussa fue abatido la madrugada del viernes 18 de agosto por la policía cuando atacaba en Cambrils, junto a otros cuatro amigos de infancia. También murió en ese momento Houssaine Abouyaaqoub.

Luego fue el turno de Younes Abouyaaqoub, de 22 años, quien murió por las balas de la policía, tras cuatro días de intensa búsqueda.

Younes fue identificado como ‘el asesino de Las Ramblas’ de Barcelona, ya que habría conducido la furgoneta que atropelló indiscriminadamente a peatones, para luego apuñalar mortalmente a otra persona, robar su vehículo y escapar.

Para Perpinya, Houssa y Younes eran “muy buenos vecinos”.

“Houssa era un chico brillante y responsable, de los que te quedas más tranquilo cuando sabes que tu hijo está de fiesta con él”, coincide César García, un guía turístico de 53 años cuyo hijo iba a la misma escuela.

Rompiendo el patrón de jóvenes marginados que cometen pequeños delitos antes de perpetrar ataques, los de Ripoll ni venían de familias desfavorecidas, ni tenían antecedentes penales.

Entre sus padres, “unos trabajan en el bosque, la mayoría hace limpieza de bosque para unas empresas forestales, otros trabajan en la industria metalúrgica”, señala Vilalta.

De los jóvenes ‘yihadistas’, al menos dos tuvieron empleos en la industria textil y metalúrgica, según testimonios.

“En Ripoll nunca ha habido ningún problema de integración”, asegura el alcalde Jordi Munell, un independentista catalán. “Aquí, algunos tenían trabajo, coches, móvil, ordenadores, proyectos...”, recalca.

El papel de adoctrinamiento es atribuido al imán Abdelbaki Es Satty, llegado en 2015 a Ripoll y muerto en la explosión en Alcanar. Pero en la mezquita, según dicen los fieles, el imán no se desviaba del Corán.

500.000 voces contra el terrorismo

Medio millón de personas rechazaron ayer el terrorismo en Barcelona al grito de “¡No tengo miedo!”, durante una manifestación de solidaridad con las víctimas de los atentados de la semana pasada en la región de Cataluña, que causaron 15 muertos y más de 120 heridos.

El rey Felipe VI encabezó la representación institucional acompañado del jefe del Gobierno español, Mariano Rajoy, el presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, entre numerosos altos cargos y líderes de partidos políticos.

Sin embargo, ninguna autoridad estuvo en primera fila pues los convocantes decidieron que los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad, servicios de emergencias y entidades sociales y profesionales llevaran la pancarta de cabecera, con el lema en catalán “No tinc por” (No tengo miedo).

Es una “una manifestación de la gente”, dijo la alcaldesa de Barcelona.

Tras la cabecera desfilaron familiares de víctimas de los atentados en Cataluña y una delegación de organizaciones que trabajan a favor de la paz.