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Jaime Izurieta: El pulso de la ciudad

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¿Qué tipo de ciudad queremos?

La experiencia urbana se construye a nivel de calle, pero se traiciona desde arriba, donde se toman las decisiones. Poco se reflexiona sobre la calidad de esas decisiones, sus motivos y consecuencias.

En una sesión relámpago, el Concejo Metropolitano de Quito regularizó vallas publicitarias ilegales y perdonó miles de dólares en multas. Por años, expertos, gremios y académicos han advertido sobre la contaminación visual que estas estructuras generan. Su escala, pensada para el conductor y no para el peatón, rompe la armonía urbana y convierte el paisaje en ruido.

La indignación es justa. La arbitrariedad con que se legitiman las infracciones muestra la pereza e ignorancia de quienes gobiernan. Se prioriza una recaudación fácil sin importar el daño. Total, la factura no la pagan los concejales.

Para el observador casual, el problema es puntual. Para quien mira los patrones, es otra expresión de la actitud permisiva y débil que domina al Municipio desde hace décadas. Esa costumbre se repite en todo el país, donde la legalización de lo ilegal se vuelve norma y las ciudades se resignan a la mediocridad.

En Quito existen miles de edificaciones construidas sin permisos, en zonas protegidas, sin respetar normas y, lo que es peor, sin condiciones estructurales ni sanitarias mínimas. El Municipio las legaliza con el pretexto de reducir la informalidad, pero el resultado es el contrario: se multiplican los riesgos y se degrada la cultura urbana.

El mensaje es que todo se puede hacer mal, porque siempre habrá una sesión que lo legalice de un plumazo. Lo más grave es que se normaliza el proceso como parte de la vida urbana.

Quito, y todas nuestras ciudades, tienen ordenanzas obsoletas, incoherentes, empobrecedoras, e intervencionistas. Una reforma completa reduciría la intromisión del gobierno local en las actividades legítimas de la ciudadanía, y ordenaría aquellas que requieren de reglas claras, concretas, y específicas. Pero cambiar las leyes no basta si la costumbre es ignorarlas.

¿Qué tipo de ciudad queremos?