Arturo Moscoso: Ve, sí se ha podido

Porque si bien las leyes importan, estás no reemplazan a la capacidad institucional
Hace varias semanas se advertía que si la Corte Constitucional suspendía las reformas legales impulsadas por el Gobierno, el país quedaría indefenso ante el crimen organizado. Las leyes eran, según el discurso oficial, “imprescindibles”. Pues bien, durante este lapso no solo se actuó sin ellas, sino que hoy esas normas ya ni siquiera existen.
El 26 de septiembre, la Corte declaró inconstitucionales por la forma la Ley Orgánica de Solidaridad Nacional y la Ley Orgánica de Integridad Pública. No fue un fallo sobre el fondo, sino sobre el procedimiento: violación de la unidad de materia, mal uso de la urgencia económica y falta de deliberación. En suma, leyes mal hechas.
Sin embargo, el Estado ha continuado con operativos policiales y financieros relevantes utilizando el marco legal vigente. No es que, de pronto, las instituciones hayan empezado a funcionar a la perfección; es que en algunos casos han demostrado que, cuando quieren, pueden. Se han desmantelado redes, incautado bienes, congelado cuentas y detenido cabecillas sin recurrir a las normas anuladas. No por arte de magia, sino porque hubo coordinación, preparación y voluntad.
Porque si bien las leyes importan, estas no reemplazan a la capacidad institucional, y las malas estorban aunque tengan nombres rimbombantes. La suspensión -y luego la anulación- de esas leyes no impidió perseguir al narco. Es más, quizá obligó a hacerlo mejor, con cadena de custodia, motivación robusta y cooperación internacional.
La lección es obvia y por eso cuesta entenderla, menos lírica, más gestión. Menos ataques a los controles, más respeto al debido proceso. Menos ‘varita mágica’ legislativa, más trabajo silencioso. Si el Ejecutivo convierte estos episodios en política pública -perseguir finanzas ilícitas, decomiso patrimonial, labor de hormiga y resultados verificables- podrá decir con autoridad que no fue suerte ni espectáculo, fue el Estado funcionando.
Por ahora, celebremos lo evidente sin tanto discurso: sí se ha podido, incluso sin las leyes “imprescindibles”.