Despedida. Gustavo Jalkh termina su intervención y va a sentarse lo más lejos posible de Julio César Trujillo. Probablemente su último acto oficial.

Jalkh logro enervar a Trujillo

El informe. Según Contraloría, el Consejo de la Judicatura de Jalkh otorgó nombramientos a postulantes no calificados.

De un día para otro, Gustavo Jalkh cambió de registro y hasta de apariencia. La víspera, cuando fue llamado a rendir cuentas por la Comisión de Control Político de la Asamblea, iba encorsetado en el estricto traje oscuro de un funcionario entre sus pares. Ayer, ante el Consejo de Participación Ciudadana y la valetudinaria autoridad de su presidente, lució una elegancia informal, juvenil y deportiva. Si en la Asamblea controló su altisonancia y fue apenas “ríspido” (se disculpó por ello), en el Consejo mantuvo todo el tiempo un mismo tono afilado y gélido, siempre al borde (y en ocasiones más allá del borde) de la insolencia. El presidente del Consejo de la Judicatura sabe que será cesado por este tribunal y no siente (lo demostró ayer) mayor respeto por sus miembros. El resultado fue una sesión accidentada en la que Julio César Trujillo terminó saliéndose de sus casillas.

Hay un informe técnico del Consejo de Participación sobre la gestión del Consejo de la Judicatura, que recoge más de 120 denuncias en su contra y atribuye responsabilidades políticas a Jalkh y el organismo que preside. Jalkh está aquí para responder a ese informe. Lo hace sin disimular su desprecio. No lo encuentra ajustado remotamente siquiera a las formas jurídicas de su preferencia. Para él es una colección de disparates. No puede creer que los distinguidos miembros del Consejo de Transición lo hayan leído siquiera. Lo dice tres, cuatro, cinco veces, subrayando con sorna creciente: “quiero pensar que ustedes no lo han leído”. Se ofende de tantas calumnias, de tantas injurias, y reclama: “¡Las personas tienen honor, señores consejeros, tienen dignidad”.

Julio César Trujillo, que había ingresado a la hora en punto entre las manifestaciones de reverencia apostólica que genera a su paso, lo trató con displicencia desde que lo vio. El otro se puso gallito. “En primer lugar buenos días, ¿no? Buenos días en primer lugar”, hizo notar, susceptible. En el estrecho espacio de esta sala de audiencias públicas improvisado en un piso de oficinas modulares, donde todo parece chocarse con todo en permanente batalla contra la funcionalidad y el feng shui, Jalkh se sentía como diablo en botella desde que llegó. No tomó asiento en los sillones empotrados contra la pared del fondo, reservados para él y el resto de su Consejo. Y cuando terminó de hablar (sabía que disponía de 30 minutos pero preparó una intervención de varias horas que interrumpió Trujillo) se fue a sentar a otra parte. Entre el público.

“Le ruego se siente acá y acompañe a sus compañeros”. Julio César Trujillo se empeñó en sentar a Jalkh donde correspondía. Jalkh se negó. Subió el tono de las voces. Se gritaron de un extremo a otro de la sala y las barras se volvieron contra el presidente de la Judicatura. En las sesiones del Consejo de Participación no solo hay grupos que gritan consignas desde la calle, también hay quienes lo hacen en la sala y a Jalkh lo mandaron a callar sin contemplaciones. “¡Soberbio! ¡Sinvergüenza!”. Trujillo amenazó con llamar a “la fuerza pública”. “Para que ocupe el puesto que le corresponde”, dijo. Jalkh se fue y, con él, el resto de vocales de la Judicatura.

Trujillo dejó sentado que hubo una renuncia voluntaria al derecho a la defensa, varios consejeros tomaron la palabra para notar que la intromisión del Gobierno en el aparato de justicia no había sido desvirtuada (Jalkh, desde luego, no lo hizo) y el Pleno del Consejo se convocó para el lunes en el Teatro Universitario. Ahí, a las diez de la mañana, los que gritaban en la calle y los que gritaban en la sala celebrarán el más que seguro descabezamiento del Consejo de la Judicatura de Rafael Correa.

Asamblea, de nuevo tarde

En la Comisión de Fiscalización las cosas se dilatan y todo parece indicar que la Asamblea volverá a llegar tarde a un juicio político. Será el Consejo de Participación el que decida sobre la suerte de Gustavo Jalkh, quien hasta el momento no ha logrado desvirtuar, salvo con formalismos jurídicos, su responsabilidad política en la intromisión del Gobierno de Rafael Correa en el sistema de justicia.