Ocupa la habitación número 12 del Convento de Santo Domingo, en el Centro Histórico de Quito.

Isabel Robalino: “la lucha contra la corrupcion sigue”

Cumplió 100 años recientemente, la mayoría dedicados a la lucha por los derechos sindicales y a denunciar la corrupción.

Ocupa la habitación número 12 del Convento de Santo Domingo, en el Centro Histórico de Quito. El espacio es sencillo y en este se intercalan los reconocimientos que ha recibido por su siglo de vida con imágenes religiosas y libros de oración. Sus ojos son vivaces y sus respuestas pausadas, pero firmes, cuando se trata de hablar de la lucha contra la corrupción.

- ¿Cómo se produjeron los primeros acercamientos con los trabajadores?

- Empecé desde muy joven, siendo una adolescente, a apoyar a las organizaciones de trabajadores. Desde ahí, intervine en la creación de la primera central sindical que tuvo un carácter nacional, que fue la Confederación Ecuatoriana de Obreros Católicos (Cedoc). Detrás de esos primeros pasos siempre estuvo un notable sacerdote que perteneció a la orden dominica.

- ¿Es decir que su mentor fue un sacerdote interesado en los derechos sindicales?

- El padre Inocencio Jácome fue mi inspirador. Él fue a estudiar a Roma la Sagrada Escritura, pero cuando regresó se encontró con una realidad crítica. Decidió no profundizar en su área de estudio y se dedicó a ayudar en ese entonces a los artesanos, porque en esa época no había fábricas. Yo era colegiala y me puso en contacto con los trabajadores. Desde entonces, no me he desvinculado de las causas sociales.

- ¿Cómo fue recibida en esa época una mujer, que era casi una niña, en un ambiente dominado por hombres?

- Tengo que destacar que siempre fui recibida con mucha calidez y respeto por los trabajadores. Siempre hubo en ese sector mucha menos resistencia a la presencia femenina, a diferencia de lo que sucedía con las clases dominantes.

- ¿Y la lucha social en ese entonces era más complicada que en la actualidad?

- Siempre fue difícil, pero debo decir que en los últimos años se pusieron todavía más complicadas las cosas para los movimientos sociales en el Ecuador. Retomo lo que se dijo durante la posesión de la nueva directiva de la Conaie (el jueves pasado en Quito): la resistencia durante la última década tuvo que soportar la criminalización y persecución a los trabajadores, estudiantes, indígenas y a la prensa.

- Mucha gente en edad de jubilarse prefiere retirarse a descansar. Usted decidió unirse a la Comisión Nacional Anticorrupción. ¿Por qué?

- Porque es un mandato de las organizaciones sociales. No olvidemos que fueron estas las que escogieron a un grupo de personas que consideraban que tenían prestancia para denunciar la corrupción. Entonces teníamos que responder con la misma entereza a ese clamor frente a las irregularidades del poder. No está en mí evadir responsabilidades.

- Y eso le llevó incluso a ser enjuiciada y condenada. Ahora el demandante (el excontralor Carlos Pólit) está prófugo, en parte, a raíz de las denuncias de la Comisión...

- Y nosotros seguimos aquí, firmes (sonríe). En esos procesos hubo mucha presión del Gobierno anterior, que no respetó en ningún momento la división de las funciones del Estado. Por eso yo he dicho, con total claridad, que se trató de un gobierno facistoide.

- ¿Siente que esto provocó miedo e inacción en la sociedad?

- En lo personal, no he visto ni he sentido eso con claridad. Más bien, me he topado a gente que sí se decidió a no quedarse callada. Pero ante un gobierno que fue unilateral, que no dio facilidades a las organizaciones sociales, es entendible que haya miedo en algunos sectores o personas.

- ¿Ver que las denuncias empiezan a dar resultados le da satisfacción?

- Claro que me da satisfacción, pero más que porque hayamos tenido la razón, porque nos hemos apoyado en el trabajo de jóvenes profesionales que nos fueron dando luces y buscaron en los sitios precisos para tener pruebas. Es ese trabajo el que me deja satisfecha.

- ¿Seguirá luchando contra la corrupción?

- Espero que sí, porque hay que transparentar la labor de los gobiernos. Vemos que se han producido algunos avances en el inicio de la presidencia de Lenín Moreno, el llamado al diálogo es muy valioso, luego de que estuvo totalmente roto. Pero nosotros, los integrantes de la Comisión, desde nuestra situación de personas independientes, vamos a seguir investigando.

- ¿Aspira a que se empiece a respetar la independencia de poderes, por ejemplo en la Justicia?

- Ese es un paso fundamental para que los casos de irregularidades detectadas en el ejercicio de la función pública sean investigados con objetividad. No puede repetirse lo que estamos viendo ahora: jueces que denuncian que fueron removidos de sus cargos porque no acataron los lineamientos que llegaban desde el Ejecutivo.

- ¿Todo este trabajo como integrante de la Comisión Anticorrupción ha sido agotador para usted?

- Siento que al contrario, porque debo reconocer que más que la lectura o el descanso mi mayor motivación ha sido poder llevar a la práctica los objetivos y demandas de los sectores sociales. La efectividad o la realidad de estas actividades me permite mantenerme con vitalidad.

- ¿Qué le deja el reto que asumió por pedido de las organizaciones sociales?

- Muy buenos recuerdos, porque la gente espera mucho de nosotros, a veces más de lo que en realidad les podemos ofrecer. Hay una confianza en todos los comisionados que a ratos nos abruma. A veces me reconocen en la calle y me dicen: “Sigan apoyándonos, nosotros no podemos hacer nada, pero ustedes nos defienden”. Yo les sonrío y les digo que todos podemos y debemos hacer algo, que hay que perder el miedo.

- ¿Escogió vivir en un convento como para equilibrar las tensiones que genera denunciar actos irregulares?

- En este convento vivo ya dos años. Antes viví en otro convento dominico que está en Sangolquí, pero el director, que es un buen amigo, me dijo que debido a que tengo muchas actividades, algunas hasta muy tarde, no era muy prudente que haga constantemente viajes tan largos y por eso me dieron la posibilidad de quedarme en este lugar que, además, está cerca de la que era mi casa. Aquí me han recibido con mucha generosidad, han puesto en mis manos las llaves de todo para que pueda llegar a las horas que terminan mis compromisos. El jueves mismo llegué muy en la noche (ríe).