El irresponsable BCE

El reciente colapso del Promedio Industrial Dow Jones (se hundió casi 1.600 puntos), reveló lo adictos que se han vuelto los mercados financieros y los actores económicos a la política monetaria expansionista. Las prolongadas bajas tasas de interés y el alivio cuantitativo han creado incentivos para que los inversores asuman riesgos mal valorados. Cuanto más tiempo se mantengan esas políticas, mayor la amenaza para la estabilidad financiera global. La realidad es que la política monetaria ultralaxa dejó de ser apropiada hace mucho tiempo. La economía global -especialmente el mundo desarrollado- ha venido experimentando una recuperación cada vez más fuerte. Según la última actualización del FMI de sus Perspectivas de la Economía Mundial, el crecimiento económico continuará en los próximos trimestres, sobre todo en EE. UU. y la eurozona. Sin embargo, las instituciones internacionales, entre ellas el FMI, temen las repentinas correcciones de mercado que naturalmente surgen de cambios en las expectativas de inflación y de las tasas de interés, y siguen sosteniendo que la política monetaria debe ajustarse muy lentamente. De modo que los bancos centrales siguen posponiendo la normalización de la política monetaria y, en consecuencia, los precios de los activos aumentan, produciendo distorsiones drásticas del mercado que hacen que esas correcciones sean inevitables. Ni el Banco de Japón ni el Banco Central Europeo han ofrecido algún indicio de estar decididos a ajustar la política monetaria, aunque las condiciones económicas hoy son totalmente diferentes de las que prevalecían durante la crisis y la subsiguiente recesión en la eurozona. El BCE, en particular, defiende su política de bajas tasas de interés, con el argumento de posibles riesgos deflacionarios o de una inflación por debajo de la meta. Pero la verdad es que el riesgo de una “mala” deflación -es decir, una espiral descendente vertiginosa en los precios, los salarios y el desempeño económico- nunca ha existido para la eurozona en su conjunto. Aunque el Consejo de Gobierno parece convencido de que las políticas expansionistas siguen siendo vitales para respaldar el crecimiento del PIB y del empleo, y para mantener a raya la deflación, parece un escenario improbable. Y una consecuencia es que la tasa de interés de política monetaria del BCE ha perdido sus funciones de guía y señalización. Otra, que los riesgos ya no se evalúan correctamente, lo que lleva a la mala asignación de los recursos y a la zombificación de los bancos y las empresas, que ha demorado el desapalancamiento. Otra es que los mercados de bonos están completamente distorsionados, y que se ha pospuesto la consolidación fiscal en los países altamente endeudados. Así, los beneficios de la política del BCE son cuestionables y sus costos, indiscutibles. La actual política del BCE es absolutamente irresponsable, como lo es la falta total de un plan para cambiarla. Hoy, la política monetaria pasó a estar subordinada a la política fiscal. Los bancos centrales enfrentan una presión política cada vez mayor para mantener las tasas de interés artificialmente bajas y esto está aumentando drásticamente el riesgo de inestabilidad financiera. Cuando se den más correcciones de mercado -y más severas-, ¿qué herramientas les quedarán a los bancos centrales para utilizar?