La inutil corbata
Todas las partes de la indumentaria que usamos los humanos tienen una función qué cumplir en nuestro cuerpo. En el caso de los hombres, propiamente dichos, la camisa y el saco cubren y protegen el pecho y la espalda; los pantalones (símbolo de hombría, aunque muchas damas también los usan pero de una manera más graciosa y coqueta) cubren las piernas, con las que caminamos o corremos, a pesar de que cuando nos volvemos turistas en los balnearios, también usemos el short, que nos llega a las rodillas y nos hace recordar nuestras épocas de pibes. Los zapatos, con sus respectivas medias, impiden que los rigores del camino y la calle atenten contra los autores de las pisadas que, por supuesto, son los pies llenos de dedos. Y hasta el pañuelo, que permanece oculto en el bolsillo trasero del pantalón, sirve para muchos usos, entre ellos el cubrir oportunamente cualquier estornudo.
Pero la corbata... ¡para qué diablos sirve esta prenda que parece ser solamente de adorno y que los acuciosos investigadores afirman que tiene un significado fálico! Podría significar, si nos apegamos a los misterios que descubre la psicología, un inconsciente deseo o temor de autodestrucción a través del ahorcamiento, sustituyendo a la clásica soga de los cadalsos. Al respecto, no podemos olvidar ese bellísimo y conmovedor poema de David Ledesma, escrito poco antes de suicidarse, colgándose de una corbata amarilla.
Pero, las reglas del protocolo y de la educación social han impuesto que se debe llevar esta prenda que cuelga de nuestro cuello, en los actos que se consideren solemnes. Y traemos a colación, al respecto, que nuestro presidente, imponiendo principios progresistas en la moda, decidió sustituir la rigurosa corbata por el uso de elegantes camisas con llamativos signos abstractos a colores. Y, de entre su equipo de colaboradores, ha logrado contagiar a su acucioso y leal canciller, quien también ha enviado la corbata a la punta de un cuerno.
Así, pues, en la última ceremonia castrense en que se posesionó el Alto Mando Militar, también llegó Correa descorbatado pero elegante. Y la partida repentina de los militares en retiro, suponemos que no pudo ser parte de una protesta en favor de la tradición y la solemnidad.
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