El ingenio en tiempos   de pobreza

El ingenio en tiempos de pobreza

Los premios, como los jardines, se cultivan para el agrado del espíritu. Este año el Premio Alfaguara ha recaído en ‘La noche de la Usina’, de Eduardo Sacheri.

Los premios, como los jardines, se cultivan para el agrado del espíritu. Este año el Premio Alfaguara ha recaído en ‘La noche de la Usina’, de Eduardo Sacheri, autor de la novela que dio paso a la excelente película de Juan José Campanella ‘El secreto de sus ojos’.

‘La noche de la Usina’ tiene en común con esa novela el eje basado en la reparación de un agravio.

En esta ocasión no hay asesinato, sino una estafa que, con la inmovilización de depósitos decretada por el Gobierno argentino a finales de 2001, el llamado corralito, deja sin recursos para montar una cooperativa a un grupo de ocho amigos de un pueblo de la provincia de Buenos Aires.

El desfondamiento los acerca a la desesperación, no a la indignidad ni a la impotencia, y entre todos urden un habilidoso plan para recobrar el dinero, con ánimo más de justicia que de revancha, sin olvidar que, de tener éxito, el quebranto económico del estafador también es una recompensa.

No ha de sorprender que el plan tenga de inspiración una película, ‘Cómo robar un millón’, de William Wyler, con Audrey Hepburn infundiendo el vigor para llevarlo a cabo. Sacheri maneja con extraordinario pulso y con felices destellos expresivos, la preparación y consecución del robo, perpetrado por gente trabajadora y tenaz que convierte su torpeza en una épica del ingenio de los pobres.

El empeño requiere de unas dotes a las que se adapta una narración al servicio de la redención social de los personajes, es decir, la gratificación en la ficción de los anhelos frustrados en la realidad, de lo que el capítulo inicial da cuenta al exponer que la historia es “un secreto hecho de asuntos sabidos y confundidos a propósito, o por azar, o por las dos cosas”.

Esta retribución hace que ‘La noche de la Usina’ derive al tipo de novela que se califica de entrañable, aunque no cabe dudar de la buena factura, de la óptima y bien acompasada gradación narrativa, del cuidadoso ajuste entre sentimentalidad y audacia, de la plasticidad de las escenas cotidianas; también de la introspección psicológica, en especial del guía del grupo, Perlassi, que logró cierta fama en el fútbol en su juventud y regresó al pueblo para hacerse cargo de una gasolinera.

Sobre este personaje concienzudo, honesto, conciliador, perseverante, al que traspasa una imprevista desdicha matrimonial, se sostiene esta narración coral.

Al respeto, Sacheri ha dicho lo siguiente: “Es un microcosmos narrativo poblado por un grupo de perdedores heroicos, protagonistas de una épica quijotesca, conmovedora y profundamente humana”.

Pese a su éxito, Sacheri no se siente como una estrella y aún siendo uno de los autores argentinos más leídos de la actualidad, considera que sus obras provienen de ‘lo marginal’.

“Soy un inimputable, porque no tengo una formación académica. Mi formación es la de un lector. Tengo ese nivel de anarquía, de la inorganicidad de quien leyó los libros con los que se tropezó, los que intuyó que le gustarían o que le recomendaron. No tengo una visión de conjunto de la literatura universal, y eso indudablemente condiciona lo que puedo escribir. Y está bien, no importa. Por suerte la literatura es enorme y hay un lugar para todo el mundo”.

En lo que sí hace hincapié es en que sus novelas no son extravagantes o complejas.

“Son historias de personas ordinarias”, comenta. Sin embargo, lo que es indiscutible es que ‘La noche de la Usina’ convierte lo cotidiano en una historia altamente satisfactoria.