Humillante

Un oscuro juez penal, probablemente para salir del anonimato al que parece condenarlo su falta de personalidad e insuficiente preparación jurídica, no halló vía más expedita que disponer, a las 17:00 del lunes, orden de prisión preventiva contra el Ing. Jorge Glas, vicepresidente de la República, en los exteriores de la urbanización Portal al Sol (vía a la Costa, en Guayaquil), donde reside. No existe base legal presuntiva suficiente para hacerlo, según se infiere de los datos publicados en los diarios, para haber dictado una medida de tal gravedad contra el segundo mandatario, en el emblemático caso transnacional de los sobornos de Odebrecht. Poco antes de las 17:00 el personal de seguridad cerró las puertas de acceso, mientras un grupo de simpatizantes cada vez más numeroso, ensayaba cánticos de respaldo al Glas. Exfuncionarios y militantes de Alianza PAIS entraban y salían del recinto. Al caer la noche se conoció que mediante mensaje de Twitter el vicepresidente Glas había expresado, bajo protesta por la medida, que acataba la resolución del juez. Después, en coordinación con la Policía, se despidió de su familia y abordó el vehículo y luego el avión de la FAE que lo condujo a Quito, siendo trasladado hacia la Cárcel No. 4, en la ruta Collas. Dos actos se destacan de este infausto suceso que causará escándalo mundial, perjudicando la buena imagen del país tras la “década ganada” del gobierno del presidente Correa, así como la imagen y credibilidad de sus jueces por haberse producido en la forma en que se dio: por una parte, la disponibilidad de Glas para someterse a la justicia y ejercer ante ella su defensa, despojándose de las prerrogativas de su fuero de vicepresidente de la República, con un sólido prestigio por la intensa obra pública realizada por encargo del presidente Correa en su pasado mandato. Y, por otra, la ruindad y pequeñez del juez penal que dictó la medida cautelar de prisión, humillando la dignidad del segundo mandatario, elegido junto con Lenín Moreno en las pasadas elecciones presidenciales. Y para coronar, la pedrada que faltaba: el decreto del presidente Moreno que encarga las funciones de la Vicepresidencia a una ministra de su gabinete, como si se tratara de un caso de ausencia temporal del vicepresidente.