Alfonso Ponce, operador de maquinaria, mientras derriba una vivienda en Manta. Destruir casas en esta ocasión le ha causado mucho pesar.

Los heroes que debian llorar en silencio

Son testigos de lo que se realiza en la zona cero de Manta. Algunos llevan los 30 días completos, otros 17. Su misión es velar por la salud de los demás, dar seguridad a los bienes abandonados y remover escombros. Son los militares, policías, operadores de máquinas pesadas y socorristas.

Entre el bullicio de la pesada máquina, de los pedazos de losas de grandes edificaciones que caen y de un centenar de curiosos que desde lo alto de un puente a desnivel realizan fotografías y vídeos, se encuentra Alfonso Ponce, conductor de la excavadora 336. Oriundo de San Vicente, ahora destruye con el pesado camión las casas inservibles.

“Las primeras semanas fueron fatales, sacando cadáveres; es una experiencia muy dura. Se nos parte el alma ver cómo los dueños de las casas que demolemos derraman lágrimas al observar nuestro trabajo, da mucha pena ver cómo lloran”, cuenta.

Alfonso es sometido cada semana a diferentes chequeos médicos y le aplican vacunas para evitar enfermedades. Y aunque anímicamente dice sentirse “devastado” por toda la situación, seguirá con su trabajo, ya que calcula que este durará cuatro meses.

El policía Stalin Chuñay, oriundo de Morona Santiago, dice estar “un poco triste, porque la familia se preocupa a veces y a nuestros padres en el momento que llaman siempre le decimos que estamos bien, para darles ánimo en estos ratos de emergencia”.

Cecilia Arcentales, una de las socorristas de la zona cero y quien se encarga de monitorear anímicamente al personal operativo en el lugar, dice que “aunque tengamos que llorar en silencio por todo lo que nos ha tocado vivir, debemos ser muy duros, porque hay que darles ánimo a quienes lo han perdido todo. Nosotros no podemos decaer”. HLV