Hernan Rodriguez Castelo (I). Sus primeros anos

nació en Quito el 1 de junio de 1933, hijo de Luis Humberto Rodríguez Dávila, director de la escuela de varones Otavalo y de María Esther Castelo Peñaherrera, vicerrectora del Liceo Fernández-Madrid cuya vida consta en la obra “Maestra y Madre” escrita por su hijo Hernán a raíz de su muerte, Quito-2004.

Creció genial, pues a los 4 años. “Aprendí a leer solo, ese día fue uno de los más felices de mi vida, para mí fue un prodigio y maravilla - me convirtió en lector. Sin más, ya nunca pude verme a mí mismo sino como lector.”

“Mis padres eran dos maestros, en mi hogar habían libros por todas partes y ello era también un modo de decirme que el libro existía, que el libro contaba. Había tantos libros y faltaban otras tantas cosas que muchos tenían como indispensables para el buen vivir. Y algo más, buena parte de esos libros estaban a mi alcance. Recuerdo por ejemplo: una Ilíada en dibujos, al estilo de las tiras, sobre el que pasaba horas, pero en mi infancia jugué y soñé más que leí, pero muchos libros me ayudaron a soñar de modo más rico. La lectura siempre fue un espacio maravilloso en el que siempre me aguardaban disfrutes espléndidos.”

“Era un niño lector solitario, de feroz independencia. Ni en la escuela ni en el colegio nadie me dijo lo que debería leer” e inició la primaria en una escuela fiscal de Quito, pero al siguiente año le negaron la matrícula por alborotador. Cambiado de escuela, un día por atrasarse le pusieron en fila para recibir palmeta y como no se dejó castigar tuvo problemas. Del cuarto al sexto grado estudió en la Espejo y obtuvo el Primer Premio en un concurso sobre González Suárez relevando sus méritos como escritor. Escribía pequeños textos, animado por su madre.

El periódico La Voz del Pueblo realizó un concurso nacional sobre la vida de Mariana de Jesús en solo cien palabras y también lo ganó con un trabajo de síntesis que resultó magnífico. Estos primeros ensayos enorgullecieron a sus padres que se dieron cuenta que tenían un hijo especial.

Inició la secundaria en el Montúfar donde organizó una huelga pacífica de silencio absoluto, “exigiendo que nos tratasen como hombres”, la primera en la historia del plantel. Al siguiente año le negaron la matrícula y pasó al San Gabriel donde comenzó a escribir en el periódico “Adelante” que aparecía con ilustraciones al xilograbado. Sus compañeros le apodaban “El Literato” pues ya se perfilaba el hombre de letras.

“Leía mucho y alguien me contó que en la Congregación Mariana tenían una biblioteca y prestaban libros pero para ello uno debía ser congregante... y acabé de aspirante a congregante y comencé a sacar libros y no sé por qué me dio por Hugo Wast. Me tragué un montón de novelas del argentino. Cierta tarde, Federico Veintimilla, el bibliotecario, me dijo ¿Por qué lees tantas novelas de Hugo Wast? Me gustan, le respondí. ¿Por qué no lees esto? y me pasó mi primer Dickens: El grillo del hogar. Lo leí, lo leí en una noche. I descubrí a Dickens. A qué distancia estaba de Hugo Wast... Al día siguiente comencé Historia de Dos Ciudades.”

La escritora Zoila Ugarte de Landívar, muy viejecita y gran amiga de su madre, corregía sus redacciones y conversaba con él largas tardes como si fuera una persona mayor. Una mañana lo llevó al almuerzo de gala del Círculo de la Prensa y lo sentaron al lado del general Ángel Isaac Chiriboga que presidía la mesa, episodio que nunca olvidó.

Vivía con su familia en la calle Portilla, eran felices, leía mucho y bien, entre dos y tres libros por semana, divirtiéndose con Emilio Salgari, Emilio Zolá, Julio Verne. Los Rodríguez Castelo eran tres hermanos varones (Hernán -el mayor, Edmundo y Rodolfo) y la menorcita, llamada Ruby porque nació colorada.

Durante el cuarto año conoció al padre Misael Vásquez Dodero, S. J. y habiendo averiguado que sabía La Ilíada de memoria y en latín, aprendió los primeros versos y se los fue a recitar, causándole gran alegría. También amaba el cine y una tarde, mientras presenciaba desde la galería la proyección de la gran película italiana “Ladrón de bicicletas”, se cortó el rollo y encendieron las luces. Un señor dijo: Esta película es una porquería y para su sorpresa, el joven de su lado comenzó a explicarle los valores del filme. “En ese momento comprendí que sabía de cine y me dediqué a ver las grandes películas.”

Su primer diploma lo recibió al finalizar un curso de verano dictado por Alfredo Carrillo, al que asistió como oyente, siendo aún colegial. Este fue su primer contacto con la Universidad Central del Ecuador que el 2012 lo designó Doctor Honoris Causa.

En sexto curso se matriculó en la especialidad de Físico-Matemáticas como un reto a sí mismo porque no le agradaban las matemáticas y aprobó con la máxima nota, obteniendo el bachillerato en esa especialidad.