Sede. Maduro con el presidente de la Asamblea, Henry Ramos, en enero.

La herencia de Hugo Chavez

En Venezuela se ha denunciado que gobierna una verdadera dictadura. En nuestro sistema jurídico interamericano existe una gran cantidad de tratados y normas jurídicas, producto de tantas reuniones y organismos, creados para mantener el sistema democrát

En Venezuela se ha denunciado que gobierna una verdadera dictadura. En nuestro sistema jurídico interamericano existe una gran cantidad de tratados y normas jurídicas, producto de tantas reuniones y organismos, creados para mantener el sistema democrático como forma de gobierno de los países que las han suscrito y ratificado.

A más de que la OEA declara incompatible a los países que se apartan del ámbito democrático, recordemos que en la Cumbre de Québec se reafirmaron estos principios y, además, se encargó al Consejo Permanente de la OEA que elabore el proyecto de la Carta Democrática Interamericana, motivo de muchas sesiones, hasta que se obtuvo un documento que aprobaron en Lima y lo suscribieron los 34 países miembros, precisamente el día en que, en carne propia, los Estados Unidos eran objeto de los atentados terroristas en las torres gemelas de Nueva York.

Esta carta ya ha sido aplicada y el propio Hugo Chávez se benefició cuando, por dos días, fue derrocado como presidente en la primera etapa de su mandato constitucional. Igual pasó en Paraguay y en Honduras y, mal o bien, dio resultados.

Violación permanente de la Constitución. En la actualidad, pese a existir por elección popular, a la Asamblea de Venezuela el presidente Maduro la desconoce y usa los organismos del Estado que le dejó su antecesor Chávez, conformados por gente de una lealtad desmedida, para que desconozca todo lo que resuelva esta Asamblea y se desconozca así la voluntad popular.

La oposición ha usado todos los métodos para hacerse respetar. Todos ellos han sido desbaratados tanto por la Corte Suprema de Justicia como por el Tribunal Electoral. Frente a tanto impedimento y aunque la oposición, que tiene amplia mayoría en la Asamblea, ha declarado que quiere mantenerse en el camino legal pues no le conviene que Venezuela formalmente se declare en dictadura -aunque ya se vive este sistema- convocó a una gran manifestación popular para hacerle entender a Maduro y a los organismos a su servicio que lo que desean es que todo se siga por el ámbito constitucional.

La ceguera del poder. Es increíble que un mandatario no se dé cuenta de que está gobernando un país que cada día se hunde más. Ya no es culpa del precio del petróleo. Tampoco le puede echar la culpa a los Estados Unidos. Es el mal gobierno. Venezuela, ese país próspero que fue por sus riquezas inconmensurables, hoy vive muriéndose de hambre, la delincuencias es dueña de las calles y la inflación es la más alta del mundo. Todo, insisto, por un mal gobierno.

Maduro, con un respaldo incondicional de las Fuerzas Armadas y de los grupos paramilitarizados, que los llama los grupos bolivarianos, considera que puede burlarse de la voluntad popular y tiene que vivir amenazando al que se oponga a su voluntad. La ley es él y el Parlamento no tiene ningún poder para observar o criticar. Sin embargo, la multitudinaria manifestación de la oposición que pide el diálogo, lo obligó a cambiar de idea, pero a su manera. Con viveza criolla, inventó un viaje, sin resultado, a los países árabes petroleros y, a su retorno, se le presentó al papa Francisco ofreciendo dialogar con la mediación de la Iglesia. Hasta en eso quiso imponer su voluntad. El diálogo debía hacerse en la isla Margarita con los delegados que Maduro aceptaba.

La oposición no cayó en la trampa. Maduro tuvo que cambiar de idea. Las conversaciones se realizaron en la propia Caracas. Ya es bastante no haber asistido a la Cumbre Iberoamericana y que esta, como ya esperaba, no dijo una palabra de lo que sucedía en Venezuela. Esta cumbre, como siempre, se pronunció sobre temas generales.

¿Prosperará el diálogo? Ahora ya se habla de diálogo. Se han conformado mesas de discusión y se ha puesto en libertad tres políticos de provincias; pero, los verdaderos líderes siguen presos (Venezuela tiene, en este momento, más presos políticos que Cuba). Maduro y su guardia pretoriana cederán, poco nada, para calmar a la oposición y hacer tiempo para que no se llegue al plebiscito. Acabará su período observando, desde una de las colinas de Caracas como un Nerón moderno, a un pueblo que se muere de hambre. No pierde la esperanza de que una estatua suya ocupe un puesto junto a Kirchner, en el grandioso edificio de Unasur.