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Por que hay tanto mamerto

El cura Fernando Ponce, rector de la Universidad Católica del Ecuador, ha sido motivo de una avalancha de críticas. Por lo que dijo la semana pasada en un púlpito sobre el rol nefasto que, según él, cumplen los periodistas. Y también, y sobre todo, por el papel jugado por él y su universidad durante las jornadas aciagas de la primera quincena de octubre. La violencia que también protagonizaron los indígenas, alojados en esa universidad, puso en jaque las bondades que se otorgaron al autodenominarse “Centro de paz”. Al punto que el ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, aún a riesgo de ser criticado -como lo fue-, incluyó esa universidad en lo que llamó “centros logísticos de abastecimiento” para manifestantes y vándalos.

De todo aquello se ha hablado. Nada se ha dicho, en cambio, del papel que tiene esa universidad en la dinámica de las ideas en el país. Un debate que concierne la academia en general y que está gravemente congelado en el tiempo.

Lo que se puede observar, aun en los recintos universitarios que tienen nexos con una religión, es que hay automatismos que tienen que ver más con la ideología que con la lógica académica. Uno, clave, es vincular “la sensibilidad social” con el marxismo más trasnochado. Y al hacerlo, asumir la teoría sin cotejarla con las realidades que ha producido. Esos académicos, entre los cuales hay curas, siguen pensando el marxismo como una teoría que cuestiona, por supuesto al capitalismo, pero que no tiene por qué responder por el socialismo realmente-existente. En los hechos, ni se formulan ese interrogante.

Bajo esas circunstancias, el marxismo que profesan es un arquetipo teórico que les permite incluir decenas de clichés que calzan a la perfección con máximas religiosas. Marxismo y teología de la liberación; marxismo y religión hacen buenas migas. En los dos hay ricos y pobres, explotados y explotadores, pueblos esclavos y liberaciones prometidas. En los dos hay fe y, a la postre, la oferta de un mundo mejor; de un paraíso. No es extraño que el cura Fernando Ponce haya sido incondicional de Rafael Correa, socape la violencia de los más pobres y vaya a la Asamblea a decir que en su universidad no han dado apoyo logístico y que solo dieron de comer a los manifestantes.

¿Hay alguna cátedra crítica sobre el marxismo en esas universidades con sello de izquierda y para las cuales Cuba sigue siendo un referente? Ese es el fondo del debate. Porque es obvio que el marxismo es pensado como un instrumento teórico, conceptual y político en forma totalmente acrítica. Así cumple el papel legitimador de un pensamiento reductor, tachonado de buenas intenciones y parapetado en la defensa de los más pobres. Ni el rector de la Universidad Católica ni los otros rectores de universidades supuestamente de izquierda admitirán nexo alguno entre los presupuestos teóricos que defienden y la miseria de la cual no sale Cuba ni a la cual llegó Venezuela. No responderán por las dictaduras rojas. Por ninguna. Ni la soviética ni la vietnamita ni la de Enver Hohxa en Albania. Tampoco por la de los hermanos Castro. Y a cualquiera que les critique le harán responsable de los crímenes de Pinochet o de la estulticia de Donald Trump. Su mundo es en blanco y negro. Es de fe, no de raciocinio. El pensamiento crítico, en ese campo, no hace parte de su labor.

Por eso hay tanto mamerto en el país. Porque hasta los curas de la Universidad Católica aúpan un pensamiento maniqueo, que parece científico, es de fácil comprensión y alto consumo. Apto para políticos simplistas o jóvenes llenos de buenos sentimientos.