El canciller ecuatoriano, Juan Carlos Holguín, en una fotografía de archivo.
El canciller ecuatoriano, Juan Carlos Holguín, en una fotografía de archivo.EFE

La guerra sorprendió a un Ecuador angustiado que tuvo que moverse rápido

Más de 800 ecuatorianos que residían en Ucrania, la mayoría de ellos estudiantes, tuvieron que cambiar su modo alumno y empezar a caminar sigilosos ante el avance del conflicto

La acción bélica rusa en Ucrania sorprendió a Ecuador cuando menos lo esperaba, y asomó rápido cuando empezaron a aparecer los mensajes de angustia de cientos de compatriotas que trataban de escapar de una guerra que parecía lejana.

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Más de 800 ecuatorianos que residían en Ucrania, la mayoría de ellos estudiantes, tuvieron que cambiar su modo alumno y empezar a caminar sigilosos ante el avance del conflicto, del cual habían escuchado días antes, pero sobre el que se decía que no iba a llegar.

Al menos ese es el relato de muchos jóvenes que debieron salir a la carrera, dejando casi todo atrás, pese a que hasta el último momento las autoridades ucranianas les aseguraban que era muy improbable que el conflicto escalara.

EL DRAMA DEL ÉXODO

Al canciller ecuatoriano, Juan Carlos Holguín, a cargo del proceso de repatriación de sus compatriotas, también le tocó cambiar su modo diplomático, ponerse un jersey e ir a su despacho a escuchar el drama de cientos de padres que le clamaban por asistencia para sus hijos.

Las ojeras y el cansancio en su rostro muestran la intensa actividad que la Cancillería ecuatoriana ha tenido que hacer para intentar calmar la angustia de los familiares y de los jóvenes que huían contando sus dramas en las redes sociales.

Holguín recordó a Efe que uno de los episodios duros ocurrió apenas comenzado el conflicto, cuando una mujer ecuatoriana, con su bebé de un mes de nacido, intentaba llegar a Hungría.

Justo cuando iba a cruzar el paso fronterizo, el Gobierno de Budapest cambió su normativa migratoria y decidió que aceptaba sólo a personas que viajaban en automóviles.

Ella tuvo que volver a una estación de tren en Ucrania a esperar. Holguín, en el relato, expresó la frustración de ese momento y la impotencia que sintió al no haber podido hacer nada, pese a que contaba con la ayuda del propio embajador de Hungría en Quito.

La mujer y su bebé, luego de muchas horas de angustia, finalmente lograron pasar la frontera con un segundo grupo de refugiados. Este es uno de esos casos que no se pueden olvidar, admitió.

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Y dijo que hay muchos otros, aunque cada uno es especial, porque detrás hay familias.

DECENAS QUE QUIEREN QUEDARSE

De los 800 ecuatorianos que residían en Ucrania, uno de los colectivos más numerosos de entre los países latinoamericanos, un 80 % ha decidido regresar, pero hay decenas que han preferido quedarse y ese es otra de las desdichas del conflicto.

Holguín dijo que no tiene más remedio que pedirles que salgan, que es el momento, pero que si no lo hacen será responsabilidad de ellos, por rehusar la ayuda y quedarse en una zona de guerra, con todo lo que ello implica.

ESTUDIOS INTERRUMPIDOS

María de Lourdes Herrera es la madre de Diana Gaibor, una estudiante de odontología de la Universidad de Zaporiyia, a donde llegó hace unos cuatro años, pero que también tuvo que huir al llegar la guerra.

Ahora está en Eslovaquia a la espera de ser repatriada a Ecuador, algo que tranquiliza a su madre después de las peripecias de un éxodo complicado.

Diana, cuenta la madre, nunca derramó una lágrima cuando se comunicaba por redes sociales, quizá para evitar aumentar la angustia luego de su súbita huida desde Kiev, donde pensaba radicarse para seguir su carrera en inglés.

La joven sueña que la guerra termine y pueda volver a Ucrania a concluir sus estudios, aunque eso parece muy difícil, de momento, y por ello su madre se ha acercado a la sede de la Cancillería en Quito para conocer los planes del Gobierno para ubicar a los estudiantes repatriados en universidades del país.

María de Lourdes también sueña y espera que su hija y quienes han tenido que huir de los horrores de la guerra, puedan hacerlo en un futuro de paz, para generar un reencuentro con todo lo que tuvieron que dejar atrás.