Guerra a la corrupcion: palabras vacias

Las raíces de la corrupción han calado profundo. Una vez instalada en la cultura del intercambio se establece un mecanismo de peaje que condiciona toda contratación de bienes y servicios con el gobierno. El perjuicio que se irroga a la sociedad es un múltiplo variable, pero substancial, del valor de la coima y es de alta virulencia. Sobra decir que no hay manejo apto de una economía que pueda coexistir con las prácticas corruptas, y que el país seguirá envuelto en el oscurantismo de la opacidad y el dominio de los intereses creados.

La actual pelea contra la corrupción es débil, equívoca y por lo tanto ineficaz. En concordancia con las promesas hechas por el primer mandatario al inicio de su gobierno, es menester que el tema se lo tome en serio. Que las dubitaciones son mal interpretadas y que no es una batalla de 90 o 180 días sino permanente; que debe ser constituida una comisión independiente del gobierno que tenga musculatura y no supla un rol de asesoría; que el objetivo de fortalecer la administración de justicia y fortalecer el régimen penal no se pierda de vista; y que no haya condicionamientos por amiguismos o querencias pues es una deuda que permanece impaga.