Guayaquil

Hace pocos días, en la sesión solemne por el aniversario de la Corte Provincial de Guayaquil, escuché exaltar la figura del ilustre guayaquileño Vicente Rocafuerte, quien además de ser uno de los más importantes protagonistas de los cambios políticos de su época fue un ilustre abogado; y con el orgullo de pertenecer a esta ciudad recordé a muchos otros que se han destacado a lo largo del tiempo, en distintas facetas.

Se dice que las grandes urbes, se caracterizan por varios aspectos, personalmente creo que Guayaquil, además de sus icónicos lugares y su vocación por el comercio, la ciencia, el arte y la filantropía, se caracteriza por su gente.

Podría citar a muchos quienes se han desarrollado en distintos ámbitos, y otros héroes anónimos y silenciosos que con su esfuerzo diario dignifican a nuestra ciudad; y mencionar de manera especial a Medardo Ángel Silva en el contexto de las letras, quien es parte del modernismo ecuatoriano junto con otros brillantes poetas y escritores del país; a filántropos como Luis Vernaza, quien era guayaquileño de corazón; a Julián Coronel, quien impulsó la fundación de la facultad de Medicina de la Junta Universitaria. Y como los seres humanos tendemos a observar los valores de quienes tenemos más cerca, quisiera que ustedes, amables lectores, me permitan citar a mi padre, Alberto Nuques, quien hizo de la medicina un apostolado. Y como ellos, muchos guayaquileños que hicieron de su vida diaria un servicio a la comunidad.

Hoy, a pocos días de celebrar 482 años de la fundación de nuestra ciudad, puedo decir que Guayaquil es esencialmente su gente, que le agrega identidad a una urbe fundada al pie del ‘Cerrito Verde’ y desplegada a la vereda del río Guayas. Un lugar, de gente cálida, espontánea, con una peculiar forma de hablar que solo “nosotros”, los guayaquileños de nacimiento y de corazón, entendemos y que le ha dado ese sello característico que la ha convertido en la Perla del Pacífico que es actualmente.