Euforia.  Antoine Griezmann, delantero del Atlético de Madrid y la selección francesa, mezcla garra con técnica dentro de la cancha.

Griezmann, de sangre caliente

Su agresividad en el área va de la mano con la actitud que desea ver en sus compañeros dentro de la cancha, ya sea en el Atlético de Madrid o en la selección francesa. Antoine Griezmann confiesa: “Aunque no se note, tengo sangre caliente”.

Su agresividad en el área va de la mano con la actitud que desea ver en sus compañeros dentro de la cancha, ya sea en el Atlético de Madrid o en la selección francesa. Antoine Griezmann confiesa: “Aunque no se note, tengo sangre caliente”.

El ofensivo galo tiene influencias de la cultura rioplatense, aquella que vive el fútbol con pasión, algo que se ha metido en la piel del eficaz atacante, que también es fanático del mate, una bebida muy común entre argentinos y uruguayos.

No es para menos, el delantero de 25 años, asegura que detesta la falta de ganas, y señala que su carácter se ha forjado con las enseñanzas, entre otras, del uruguayo Martín Lasarte en la Real Sociedad; y del argentino Diego Simeone en su actual equipo.

Lasarte “me ayudó mucho a crecer”, indica el jugador, que pese a su habitual sonrisa reivindica su capacidad para encararse con los árbitros, con otros jugadores o para pedir al público que les apoyen más fuerte. “A veces en el Atlético veo llegar a niños un poco flojos. Dirías que ni siquiera tienen ganas de entrenarse. Eso me molesta”, apunta Griezmann, para quien “algunos se creen que ya lo han conseguido todo nada más llegar”.

La personalidad es uno de los factores clave en el crecimiento del goleador galo, quien para muchos, en un futuro no muy lejano, tendrá un lugar entre las leyendas del fútbol mundial. Si sigue con ese carácter, va por el camino ideal.