Glas: importa o no

La respuesta corta es, sí y no. Sí importa porque, como el vicepresidente lo sostiene, él es la sucesión. En una expresión de su anhelo de que, si por alguna razón (física o política) el presidente desapareciera, le tocaría a él asumir la primera magistratura. Importa porque es él, en definitiva, el cancerbero de Correa: la última línea de defensa en una apuesta que, aparentemente, le jugó mal al Dr. Frankenstein.

Importa igualmente porque Glas es, al momento, el portaestandarte de la corrupción del gobierno que fuera de AP; el beneficiario de una herencia hecha trapos desde el momento que los ecuatorianos nos damos cuenta de la enormidad del daño que se le ha hecho al país, y de los costos enormes de la oportunidad perdida. Glas se constituye en la prueba plena de si es o no posible tener una administración de justicia que actúe con integridad y no con mañosería, con independencia y no sumisión. Es su circunstancia la que va a determinar si hay o no fractura en el poder Legislativo, y los veinte y pico de escaños que le fueron quitados a los electores les son devueltos por la vía del rechazo a las mañoserías que el partido de gobierno ha usado para instaurar una dictadura con ropajes de democracia.

Importa Glas porque desde el momento que deje la escena y vaya donde debe estar, se darán las circunstancias para que alguien poseído de idoneidad, conocimiento y voluntad de servir ascienda a un puesto que ha quedado vacante en la práctica pues, no obstante tener una figura lánguida, se trata del pipón más notable mantenido por nuestros impuestos.

Pero Glas por sí solo no gana un concurso de princesita de Navidad. El “no importa” hay que interpretarlo como el hecho de que, en el “orden de picoteo” (como cuando los pollos se acercan a comer el maíz y unos se empachan mientras otros se quedan con hambre) él es un actor de reparto: sin carisma, sin cultura política, sin noción de Estado, y a duras penas pretendiendo ser el portavoz de un modelo fracasado. Su mayor cualidad es la de haberse constituido en el hombre orquesta de los negocios del Estado y de haber incurrido en todas las faltas de conducta, hoy en proceso de juzgamiento, que lo inhabilitan moralmente para desempeñar ninguna magistratura, mucho menos para pretender ser presidente de la República del Ecuador.

AP busca por todos los medios distraer la atención ciudadana y hacer que esta se centre en Glas, para proteger a Correa. Glas es descartable, Correa es imprescindible. Él tiene las cualidades políticas y de liderazgo que el otro jamás poseerá. Es el maestro del cinismo, de la frase llamativa que aparenta rectitud y sabiduría; del carácter de energúmeno; el que alienta las masas, y el que está tendiéndole la trampa a Moreno para que el relajo económico que este último heredó, agravado por la inacción del equipo de Correa, pase como cáliz a las manos del mandatario para luego poderlo acusar de tomar medidas “neoliberales” (cuando lo que se requiere es bajar el tamaño del Estado en alrededor de diez puntos porcentuales del PIB).

Parafraseando una célebre frase de notable sumisa, es el caso de un “asesinato hasta la muerte”. Se desvanece Glas, se cae Moreno, retorna Correa.