Manifestaciones. Para el 14 de junio, se anuncia una novena jornada de movilización, con una “importante manifestación nacional” en París.

Francia firme al cambio

El Gobierno francés permanece firme frente a la revuelta social contra la reforma laboral, ante una nueva semana de movilizaciones convocadas por los sindicatos que quieren mantener el pulso con las autoridades para obtener la retirada del proyecto.

En un país ya conmocionado por el terrorismo, la batalla entre un Gobierno debilitado y un sindicato radicalizado, ha llevado a Francia al caos a cuenta de una rebajada reforma laboral. Hacía dos décadas que no se veían gasolineras sin combustible, refinerías bloqueadas y cientos de miles de manifestantes en las calles. También entonces, en 1995, el estallido se originó por una reforma, la de la Seguridad Social. Francia no admite reformas profundas. En todo caso, revoluciones.

Un directo colaborador del presidente François Hollande, el experimentado ministro de Finanzas, Michel Sapin, el máximo dirigente sindical y analistas consultados no se atreven a augurar cómo acabará esta grave crisis. En juego está el modelo social de Francia, el futuro de la izquierda, el papel de los sindicatos o el futuro de Hollande y su primer ministro, Manuel Valls.

¿Por qué ahora? Es incomprensible que Hollande haya lanzado su más dura reforma, no incluida en su programa electoral, a solo un año de las presidenciales y a tres meses de la Eurocopa. Ha avivado la división en la izquierda y la respuesta en la calle le ha devuelto al récord de solo un 15 % de popularidad. La oposición afirma que “está acabado”. “No tiene autoridad ni credibilidad”.

Un colaborador del Elíseo explica que la primera parte de su mandato tuvo que dedicarla a equilibrar las desbocadas cuentas públicas, sobre todo el déficit. La segunda, a mejorar la competitividad de las empresas con 40.000 millones en ayudas y ventajas. “Ahora tocan las reformas estructurales”.

Pocas y rebajadas reformas. Pese a llamarla “la legislatura reformista”, Hollande y Valls han aprobado muy pocas. “Llevan 30 años diciendo que son necesarias, pero son siempre homeopáticas”, dice el historiador Benoît Pellistrandi.

Implosión socialista. La ley originó de inmediato otro foso en la izquierda y en el propio Partido Socialista, hoy en riesgo de implosión. 24 diputados rebeldes -con otros 32 de la izquierda radical- apoyaron con su firma una frustrada moción de censura contra Valls.

Cesiones inmediatas. El Gobierno limó y edulcoró la ley, que facilita y abarata los despidos, tras las primeras protestas en marzo. Es lo habitual en Francia. Ahora está abierto a negociar “más modificaciones”, pero la CGT le exige “simple y sencillamente” que retire la ley, como repite el líder de ese primer sindicato, el duro Philippe Martínez.

Dimisión de Valls. El Gobierno apuesta sin fisuras por “la firmeza”. Está obligado para no perder la escasa credibilidad que le queda. Si retirase la ley o la rebajara más, Valls, que admite errores en la gestión del proyecto, tendría que dimitir.

Oportunidad para la CGT. Con 690.000 afiliados (llegó a tener más de tres millones), la CGT perdía miles cada trimestre y la CFDT, sindicato reformista que apoya el texto edulcorado, amenaza con quitarle el liderazgo. Hollande ha puesto en bandeja a Philippe Martínez y a su radicalizado sindicato la oportunidad de recuperar fuerza al movilizarse contra una ley denostada por más del 60 % de los franceses, porcentaje igual al de los convencidos de que el Ejecutivo se rendirá.

Eurocopa a la vista. A pocos días de la Eurocopa en Francia, que empieza el día 10, la capacidad de presión de los sindicatos es “brutal”, reconoce el Ejecutivo. La CGT y sus aliados han pactado esta semana “ampliar las movilizaciones”.

Huelgas en el ADN. Los paros, huelgas y manifestaciones “están en el ADN de los sindicatos franceses”, comenta Martínez. “En 10 años ha habido 30 huelgas en el sector de la enseñanza”, recuerda Pellistrandi. El sector privado apenas participa en los paros. No cierra ninguna tienda.