Formar ciudadania

Uno de los conflictos educativos más fuertes de estos tiempos se relaciona con la búsqueda y generación de un ciudadano cabal, responsable, solidario, demócrata y honesto. Y el conflicto se da porque el discurso resulta ser uno mientras que las vivencias inmediatamente conocidas por los estudiantes son otras.

En efecto, cuando países se vacían porque sus gentes huyen atemorizadas por las “maras” (pandillas, mafias), cuando al poder llegan verdaderas dictaduras embozadas en triunfos electorales insuflados por los cánticos de sirena del caudillo o sus resentimientos, cuando otras naciones o grupos interesados cambian resultados y manipulan opiniones para obtener elecciones más convenientes en otros o propios países; en fin, cuando el electorado no tiene la suficiente capacidad de análisis para optar por lo más conveniente a su nación, la pregunta es: ¿cómo formar en democracia al ciudadano del siglo XXI?

Y una vez más entramos en el campo de los principios y valores, en esta ocasión: cívicos, patrióticos, que hagan entender al hombre que es bueno globalizarse y ser ciudadano del mundo, pero que aquello debe venir como añadidura de ser en nuestro caso, un buen ecuatoriano, un buen guayaquileño, abierto a las corrientes actuales, pero con clara conciencia de identidad nacional.

No se justifican tampoco los ultranacionalismos o los chauvinismos, pues como siempre es el equilibrio el que ha de determinar el buen actuar entre las corrientes y tendencias, por mucho que las nuevas oleadas ideológicas impulsen a un enconchamiento y rechazo del extranjero y lo transnacional.

Formar ciudadanos hoy es complejo porque el propio político lo ha complicado. Su desmedida voracidad, la sobreoferta de sus mágicas y mentirosas soluciones, la corrupción y el uso a conveniencia de ideologías, deja margen para la decepción, el rechazo y el hartazgo de jóvenes y adolescentes que sí buscan muchos de ellos, la vivencia del ideal y de los abstractos, justicia, equidad, desinteresados servicios, solvencia y capacidad.

Mas, pese a todo esto y sin varita mágica, debemos empeñarnos en hacer ciudadanos.