Muisne. La actividad pesquera está detenida. Los habitantes perdieron las redes; solo tienen los barcos.

La falta de empleo preocupa a la poblacion esmeraldena

Las calamidades crecen. En la orilla están los pescadores y concheros de Muisne que no pueden cumplir sus faenas desde el domingo. Empiezan a tener carencias.María Elena Colobón, a sus 88 años, camina a paso ligero entre las calles polvorientas

Las calamidades crecen. En la orilla están los pescadores y concheros de Muisne que no pueden cumplir sus faenas desde el domingo. Empiezan a tener carencias.

María Elena Colobón, a sus 88 años, camina a paso ligero entre las calles polvorientas del barrio Santa Rosa, el más afectado del islote. Cuenta que su trabajo era recoger concha y venderla a los restaurantes de Pedernales.

“Llamé a las personas que me compraban pero no me contestan. Con ese trabajo ganaba hasta cinco dólares diarios, pero ahora no tengo ni eso”, se lamentó al ser abordada por EXPRESO.

Cerca del manglar, un grupo de cinco hombres cortaban madera y la ponían como piso en una de las casas caídas. Ninguno es carpintero. Son pescadores que ante la imposibilidad de zarpar se dedican al apoyo mutuo.

El último dato de la Alcaldía de Muisne revela que son 803 casas las que se desplomaron en todo el cantón, incluyendo a San José de Chamanga, que es la comunidad más afectada por el terremoto.

El hogar de Carlos Ortiz forma parte de esa estadística. Este martes, desde muy temprano, se reunió con otros pescadores para iniciar la reconstrucción de su vivienda.

Pese a que no quedó nada, él prefirió permanecer cerca de los escombros para evitar que le roben o que alguien más se adueñe de su terreno.

“Nos dicen que más o menos en un mes podríamos volver a pescar. Ahora estoy sacando de unos ahorros para comer algo con mi familia. Que nos ayuden”, pidió el hombre.

El sector turístico también siente los efectos de la tragedia. Amadeo Arcentales tiene una lancha que usaba para trasladar turistas desde Muisne a la Isla Bonita. Ahora el transporte permanece apagado.

Ahí existe un comedor de platos típicos esmeraldeños que gusta mucho a los extranjeros. “Con el temblor debimos suspender esa actividad para cuidar a nuestros clientes y a nosotros mismos”.

Amadeo se dedicó, ayer, a empacar sus pertenencias. No sabe cuándo lo volverán a llamar. Espera que todo pase rápido, no solo porque necesita ingresos, también porque le gusta conocer gente de otras partes del país y del mundo.

Igual incertidumbre tiene Carlos Rojas Colorado. En su tienda vendía, en promedio, 30 dólares diarios. Pero el lunes y el martes apenas logro recolectar 50 centavos. Al igual que otros, no piensa dejar la isla para ir a los albergues.

Pasadas las 17:20, de ayer, se produjo un nuevo sismo que se sintió fuerte por los esmeraldeños. Según los datos preliminares del Instituto Geofísico, el movimiento telúrico tuvo una intensidad de 4 grados en la escala de Richter.

Personal del Ministerio de Inclusión Económica y Social, la Secretaría de Riesgos y voluntarios de varias organizaciones, como la Cruz Roja de Colombia, calmó a los ciudadanos que se refugian en los albergues armados en Muisne. La policía nacional resguardó los recintos.

El coronel Luis Miño, a cargo del operativo, contó que en la zona operan 150 uniformados controlando el orden, pero también ayudando a canalizar la ayuda que llega al sector.

El oficial aseveró a EXPRESO que hasta el mediodía de este martes no habían tenido ningún incidente delictivo o abusos de índole sexual. CRR