
El eterno paisaje de las inundaciones
No hay invierno en que la provincia de Manabí se salve de las inundaciones.
No hay invierno en que la provincia de Manabí se salve de las inundaciones. Siempre en los mismos cantones: Portoviejo, Santa Ana, Flavio Alfaro, Chone, Bolívar, Tosagua, Rocafuerte. Y en las mismas cuencas de los ríos Portoviejo, Chico, Jama, Chone, Carrizal, Pucón, Mosquito y Garrapata.
Hace 50 años se comenzaron a buscar soluciones para los dos grandes problemas de la provincia: las inundaciones en la época de invierno (enero a mayo) y las asfixiantes sequías en el verano (de septiembre a diciembre).
A diferencia de otras zonas costeras, gran parte de los ríos manabitas no nace en las estribaciones de la cordillera de los Andes, sino en su propio territorio. Y es en esta provincia donde hoy está la mayor zona acuífera, con cuatro represas construidas en los últimos 45 años.
En 1971 se terminó el primer embalse, Poza Honda, con dos grandes objetivos: retener las aguas de los ríos Pata de Pájaro y Mineral, que alimentaban al río Grande, para durante la etapa lluviosa evitar las inundaciones y, en el verano, irrigar los campos.
La solución no alcanzó más que para atender las necesidades del sector centro-sur. Veinte años después se puso en marcha la construcción de otro eslabón en la cadena de proyectos salvadores: la represa La Esperanza.
La obra, inaugurada en diciembre de 1995 en el gobierno de Sixto Durán-Ballén e interconectada con la Daule-Peripa, fue anunciada como la que podría punto final a las inundaciones en Bolívar, Portoviejo, Rocafuerte, Junín, Tosagua, Sucre y parte de Chone.
Dos años después, el extraordinario fenó-meno El Niño 1997-1998 mostró que las dos represas no acabaron con los desbordamientos de los ríos y las inundaciones que destruyeron la economía de Manabí y mostraron sus grandes debilidades en carreteras, puentes, muros de contención y otras obras de ingeniería civil.
Las represas fueron señaladas, en algunos casos, como las causantes de las inundaciones en momentos en que no había lluvias fuertes, pero que sin embargo los ríos aumentaron su caudal al punto de desbordarse.
Los cuestionamientos, desvirtuados por técnicos de turnos, incluyeron al más grande embalse de agua, el Daule-Peripa, construido entre 1984-1988 en los entonces territorios de Guayas y que hoy pertenecen a Manabí, porque así lo decidieron sus habitantes en consulta popular.
Pero el mayor problema de inundaciones continuó en la cuenca formada por los ríos Mosquito y Garrapata que, en cada invierno, convertían a Chone y a otras poblaciones en una gran laguna. La solución, el proyecto multipropósito Chone, construido en este gobierno e inaugurado en noviembre de 2015, represa las aguas de los afluentes del Chone y ha evitado los desbordes en dos etapas invernales.
Pero ha sido en este invierno, cuando las lluvias más fuertes de lo normal, comparadas con las registradas en el fenómeno de El Niño 97-98, siguen mostrando las debilidades de Manabí, que ni las represas ni otras pequeñas obras ejecutadas por los gobiernos locales han evitado. Inundaciones en los mismos cantones: Portoviejo, Santa Ana, Flavio Alfaro, Chone, Bolívar, Tosagua y Rocafuerte.
En la última inundación, la del 8 de abril, el casco comercial de Santa Ana fue el más afectado. El alcalde del cantón, Fernando Cedeño, cuenta que las anegaciones no solo son causadas por el gran azolve del gran río Portoviejo, sino por los bloqueos creados, en unos casos, por la construcción de carreteras en zonas que taponan los drenajes naturales; los residuos forestales de las talas indiscriminadas de árboles que llegan a los ríos con las lluvias y provocan las llamadas palizadas en los puentes.
“Los culpables somos los mismos gobiernos locales. Se han construido obras sin planificación y sin estudios de suelos y de impacto”, dice Cedeño, quien recuerda que hace treinta años se armó un plan para el manejo de las seis cuencas hidrográficas de la provincia.
El subsecretario de Senagua en Manabí, Jaime Pico, cuenta que la Prefectura tiene listos los estudios para el dragado del río Portoviejo, pero eso es solo un paliativo, porque lo que hay que hacer para acabar con el gran problema es un plan integral del manejo de las cuencas de los ríos Chico, Portoviejo, Olmedo, Jama y Coaque, como se hizo en Chone.
Según Pico, aprovechando la reconstrucción de Manabí por el terremoto, la Secretaría pidió en octubre pasado que se incluya en ese plan la contratación de los estudios de control de inundaciones en los cantones Santa Ana, Portoviejo y Rocafuerte. “Aún no tenemos respuesta del Comité de Reconstrucción, pero la esperamos”, dice.
Los estudios que sí están en marcha y, en su fase final, precisa Pico, son dos para la ejecución de dos proyectos multipropósito, el Jama y Coaque, y el Olmedo.
La esperanza de hallar soluciones definitivas son esos tres estudios. Y mientras se terminan los dos en marcha y se espera la contratación del tercero, se encuentra el financiamiento y se ejecuten las obras, Manabí seguirá con las inundaciones.
“Nosotros hacemos las obras de prevención que podemos. Limpiamos los ríos, reforzamos los muros de contención (algunos se destruyeron durante el terremoto)”, dijo a este Diario el alcalde de Rocafuerte, Pacífico Zambrano.
En este invierno, dice el burgomaestre, se han perdido miles de hectáreas de productos y, si no se hace nada, todos los años se seguirán perdiendo más. Lo que falta, añade, más que proyectos, son recursos para financiar su construcción.