La estructura de la corrupcion

Con este título se ha calificado lo que la justicia está descubriendo de la ominosa década pasada. Es algo así como un gran edificio con cientos de oficinas bien equipadas y personal idóneo, apto para robar. Funcionarios con ojos brillantes atisbando a sus presas a despecho de las cámaras de seguridad, a sabiendas que los delitos están permitidos y debidamente encubiertos en el futuro. Así se feriaron la patria los malos ecuatorianos. No hay día en que no se descubra un nuevo robo y sin embargo no nos alarma ver indolentes a un reportero de TV, micrófono en mano, persiguiendo tres cuadras a una ‘vende títulos’ a $4.000 por estudiante en Ambato y luego relatar jadeante: ¡ustedes vieron! Abogados defensores de pillos con rostros adustos que se las ingenian para boicotear audiencias por recurrentes diarreas, malabares que permite la redacción extranjera del mamotreto de Montecristi y el calculado Código Penal protector de forajidos; a eso hemos llegado: a convivir resignados con las malas artes. ¡Qué hacer! Perseguir con ahínco a los honrados donde se encuentren y confiarles el país. Terrible será la tarea; los mismos malandrines enquistados en todos los gobiernos que aseguran que sin ellos no marcha la patria, acusarán de ineptos a los nuevos e instalarán el boicot. Pero hay que actuar, no existe otro remedio: gente honrada tiene que gobernar.

Dr. Carlos Mosquera Benalcázar