
La especialista que ensena, escucha y guia con el alma
La pedagogía fue su vocación. Blanca Zea tenía apenas 7 años cuando supo, a través de diversos juegos, que lo suyo era la docencia. Jugaba a la escuelita, sentaba en fila a todos sus primos y simulando ser una maestra, de la forma más natural les enseñaba. A veces matemáticas, otras gramática... Era feliz.
Su rostro, al recordarlo, lo evidencia. De hecho, su mirada se ilumina -e incluso su voz se quiebra- al evocar esos momentos. “Yo llevo en la sangre todo lo ligado al aprendizaje”, dice, “el compartir con los niños, el guiarlos, el ser su maestra, es algo que está grabado en mi alma. Que lo he hecho con cariño y lo volvería a hacer una y otra vez...”.
Y no finge al decirlo, su pasado lo confirma. Y es que mientras estudiaba psicología, la profesión por la que finalmente se inclinó (debido a que con ella -pensó- podría aportar más a la sociedad y en sí a las aulas), Zea laboró en una serie de escuelas de la ciudad. La Presidente Alfaro, el Cristóbal Colón, el Colegio Nacional Guayaquil, tan solo algunos de los entes en los que fue paciente, positiva y flexible; en los que se interesó por el bienestar integral de los alumnos y en los que apoyó sus buenas ideas.
En dichos lugares se desempeñó como docente y orientadora del departamento de Orientación. Esto último, una vez obtenido su título en la Universidad de Guayaquil. Y aunque su sueño de fusionar ambas carreras se había cumplido, sus ansias por prepararse aún más -y con ello optimizar su productividad y competitividad- la ‘obligaron’ a tomar otro rumbo.
“Había ganado una beca para hacer mi posgrado en la Universidad Complutense de Madrid, debía aprovechar la oportunidad...”. Año y medio estuvo en el país vasco y a su retorno, una nueva historia construyó. La idea de tener su propio consultorio, una meta que había deseado cumplir desde la época universitaria, finalmente tomó forma. Y con un poco de ayuda de sus amigos y su familia, en especial de su esposo (+), a quien ama y recuerda con amor, lo logró. Es así que empezó a trabajar con niños y adultos. Trató una serie de trastornos y problemas ligados con la conducta y, como era de esperarse, también destinó parte de su tiempo a la enseñanza. Ofreció (de hecho, aún lo hace) técnicas de estudio y una infinidad de talleres sobre la autoestima, el liderazgo y la motivación personal; e impartió capacitaciones en torno a la sexualidad y las relaciones humanas. Sus talleres, presentes hace 3 décadas, hicieron eco en el país.
Zea, dueña de un estilo y carisma particular que encanta y de una risa que contagia y alegra la vida a cualquiera, jamás pensó alcanzar el éxito de tal manera. No obstante agradece a la vida y a Dios, lo logrado. “Sin él, nada hubiese sido posible. Soy creyente y una fiel practicante del perdón. No guardo rencores, trato de vivir siempre feliz. Y eso, creo yo, es lo que me ha ayudado a crecer, como ser humano y profesional. Lo que me ha empujado a llenar de alegría y paz a los demás...”.
Así esta profesional y seminarista, que también fue docente de la Escuela de Educación Continua de la Espol, divide hoy su tiempo entre la consulta privada, las capacitaciones que a menudo ofrece en el edificio Trade Building (junto a Mall del Sol) y su clan.
“Tengo una familia maravillosa, unas hijas que amo, que me llenan de orgullo y satisfacción. Ellas me alientan a seguir, a hacer mis sueños realidad. Tengo, así mismo, algunos ángeles en el cielo por los que me levanto todos los días, pues mi meta aquí en la Tierra es que tanto aquí y allá, sepan que estoy bien, que puedo sonreír...”.