Ensenanzas de las protestas de Hong Kong

Las masivas protestas de las últimas semanas en Hong Kong han demostrado hasta qué punto sus ciudadanos están decididos a defender su estilo de vida democrático (algo que tenían supuestamente garantizado cuando el Reino Unido devolvió la soberanía sobre la ciudad a China en 1997). Además, las protestas contienen tres importantes enseñanzas: para la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam; para los manifestantes; y para el gobierno de China. En años recientes las autoridades chinas incrementaron su injerencia en los asuntos de Hong Kong, erosionando gradualmente el principio de “un país, dos sistemas” que debía asegurar un “alto grado de autonomía” para la ciudad después de 1997. La crisis actual se origina en la intención de China de contar con un marco jurídico para la devolución de fugitivos del territorio continental que supuestamente usan la ciudad como refugio para fortunas mal habidas. En muchos aspectos, el proyecto de ley de extradición propuesto por Lam era una extensión a Hong Kong de la campaña anticorrupción del presidente chino Xi Jinping, y buscaba evitar más incidentes como el de 2017, cuando funcionarios de seguridad chinos secuestraron en Hong Kong al magnate Xiao Jianhua. No hay pruebas de que China haya dado a Lam instrucciones detalladas sobre el proyecto de ley; más bien, parece haber sido iniciativa propia. Pero Lam se extralimitó, al hacer la propuesta de ley de extradición aplicable a fugitivos chinos del continente, a cualquier ciudadano de Hong Kong y a extranjeros que residan temporalmente o estén de visita en la ciudad. El proyecto de ley era tan abarcador que suscitó temor a que cualquier activista democrático (o cualquier empresario que hubiera tenido un altercado con socios del continente) pudiera ser extraditado legalmente a China para ser juzgado bajo su sistema legal, controlado por el partido. Además, las empresas temieron la confiscación de sus bienes.

Las pancartas y las consignas de las protestas reflejaron el difundido temor de los ciudadanos a perder su estilo de vida, y el malestar con los groseros errores de Lam. La jefa ejecutiva mostró una ineptitud política asombrosa.

Por ahora Xi y su gobierno la mantendrán en el puesto para no entregar un trofeo a los manifestantes y porque todavía tienen que encontrarle un reemplazo adecuado. Pero la posibilidad de que Lam complete su mandato ya es remota. Lo mejor que puede hacer por Hong Kong es renunciar antes de que China la destituya. Muy pronto descubrirá que el PCC no olvida ni perdona. Los manifestantes y activistas hongkoneses tuvieron éxito hasta ahora porque no desafiaron directamente a Xi o al PCC; las protestas fueron contra los errores de Lam y contra el proyecto de ley de extradición. Y China debe reconocer las profundas falencias del proceso que usa para la designación del jefe ejecutivo de Hong Kong. La ineptitud política de Lam se debe en gran medida a que le falta la perspicacia que todo funcionario electo adquiere en el fragor de la campaña. Al ser designados por un reducido colegio electoral, los gobernantes de Hong Kong no tienen las habilidades políticas necesarias para desempeñar adecuadamente su función. Si la dirigencia china no puede avalar un sistema genuino de elección directa, al menos debería regresar a su plan anterior de votación popular, tras filtrar a candidatos no deseados, algo que los demócratas hongkoneses deberían aceptar como solución intermedia. Lo mejor para todos es minimizar el riesgo de que protestas masivas se salgan de control y confronten directamente a la ciudad y el PCC.