Enfrentar la realidad en Siria

Ante los últimos eventos en Siria, es natural preguntarse: ¿quién perdió el país? ¿Y hacia dónde puede ir la comunidad internacional ahora? Es probable que Siria esté perdida desde el levantamiento popular de 2011. Cuando el régimen del presidente Bashar al-Asad se opuso tercamente a cualquier intento de resolver la cuestión en forma pacífica, ninguna potencia externa se mostró dispuesta a intervenir. Todos esperaron que una mezcla de sanciones, diplomacia de NN. UU. y flojos intentos de apoyar a una oposición “moderada” terminarían derribando el régimen.

No funcionó. EE. UU. decidió apoyar a las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG), consideradas por Washington un brazo del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), al que junto con la UE y Turquía, clasifica como organización terrorista. Aunque la decisión iba contra cualquier estrategia a largo plazo servía a las necesidades tácticas inmediatas y permitió expulsar a ISIS del territorio que había capturado. Su derrota hubiera sido un buen momento para iniciar un proceso político en busca de una solución para el conflicto más amplio. Había al menos dos opciones: establecer una entidad bajo gobierno de los kurdos y las YPG en el norte y el noreste de Siria, o buscar un acuerdo político más amplio para crear una estructura de gobierno inclusiva que fuera aceptable para el régimen en Damasco.

Ese proceso podía llevar a un acuerdo similar al del norte de Irak. Pero las cosas se dieron de otro modo. La administración Trump rechazó la primera opción y desalentó la segunda, lo que volvió inevitable una crisis. Su detonante, la llamada de Donald Trump a su homólogo turco Recep Tayyip Erdogan con luz verde para enviar fuerzas a Siria. Trump ordenó por Twitter al ejército estadounidense abandonar el área de inmediato, lo que dejó anonadados a los kurdos y a muchos de sus asesores. Luego todo se vino abajo. Con su credibilidad en pedazos, los funcionarios estadounidenses se desesperan tratando de crear alguna clase de política a partir de las ruinas que dejaron los tuits presidenciales. Trump amenazó con destruir la economía turca si hace aquello que él mismo habilitó. Mientras los kurdos (en su mayoría civiles) huyen de las bombas turcas, el Consejo de Seguridad de NN. UU. mantuvo su habitual silencio y los europeos repartieron condenas a diestra y siniestra.

EE. UU. acordó con Turquía el establecimiento de la ancha zona de seguridad que buscaba en el norte de Siria. Rusia medió en alguna clase de acuerdo entre las YPG y el régimen de Asad. Y mientras fuerzas rusas y del gobierno sirio entran a algunas de las áreas abandonadas por EE. UU., lo único que puede hacer la administración Trump es intentar manejar sus relaciones con Turquía. La UE, poco puede hacer. Las partes relevantes en la región deberían sentarse, tratar de encontrar alguna clase de acuerdo e incluir al GRK, Irak, otros países árabes, Turquía, Irán y el gobierno sirio, pese a que el régimen de Asad está implicado en una amplia variedad de horrores y atrocidades. Las conversaciones regionales no serán fáciles. La perspectiva de una Siria democrática se perdió hace años. La prioridad ahora debe ser restaurar la estabilidad y evitar más catástrofes. Ya no quedan opciones buenas, si es que alguna vez las hubo.

’La perspectiva de una Siria democrática se perdió hace años...’.