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Un encuentro de dos tiempos

En un centro gerontológico conviven niños de tres y abuelos de 65 años. El ejercicio intergeneracional se desarrolla desde esta semana en Las Orquídeas.

Actividades. Como parte del programa, a determinada hora de la jornada ambos grupos se juntan.

Por unas horas, Rosa Flores Vera es una niña. No solo porque se toma su tiempo para jugar con un balón o hacer el trencito mientras va de un salón a otro, sino también porque en la lista de nuevos amigos hay unos pequeños que no pasan de los tres años.

No sería nada raro si es que Rosa tuviese la misma edad de estos infantes. Pero esta guayaquileña ya pasó los 65 y vive una etapa en la que las personas ya no están para este tipo de juegos, menos para mezclarse con amiguitos de estas edades. Por lo menos eso es lo que se pensó hasta ahora.

Desde hace una semana, un grupo de profesionales está al frente de un programa en el que los niños participan en las actividades terapéuticas de los mayores, y los mayores en las actividades de aprendizaje de los niños... No hay palabras para describir lo que se gesta en esa interacción.

En lo formal, el lugar se denomina Centro Gerontológico Municipal Las Orquídeas, ocupa 450 metros cuadrados y pertenece a la Dirección de Acción Social y Educación (DASE) del Cabildo local.

En lo emotivo, esto representa el encuentro de dos generaciones regularmente ubicadas en polos opuestos. “Mi hija se refiere a ellos como los abuelitos”, dice María de los Ángeles Aponte, una guayaquileña que labora durante el día y necesitó enviar a su Anggie Camile, de tres años, a una guardería administrada por la DASE, y se encontró con que el mismo sitio iba a acoger a 400 personas de la tercera edad.

“Para mí eso resultó algo raro, pero entusiasmó la posibilidad de que mi hija llenara de alguna manera la imagen de los abuelos, que en nuestro caso no es permanente, pues sus abuelos maternos viven en Machala”, comenta esta madre.

En estos encuentros, según Patricia Ruiz, directora del centro gerontológico, los adultos mayores relatan cuentos a los pequeños, dibujan con ellos, entrelazan sus manos, cantan juntos o doblan pliegues de papel haciendo figuras.

Aquellos nexos son precisamente algunos de los placeres sencillos que se ha comprobado que mejoran notablemente el buen humor de los mayores y que se están suscitando en este experimento social.

Es un nuevo servicio, pero es un complemento o extensión del centro gerontológico Dr. Arsenio de la Torre Marcillo, por medio del cual el Municipio “brindará atención gratuita, integral, eficaz y de calidad a los adultos mayores de nuestra ciudad”, detalla Pedro Pablo Duart, director de la DASE.

El servicio se desarrolla de lunes a viernes, de 09:00 a 17:00. Para formar parte de este programa, las personas de la tercera edad deben someterse a una evaluación.

Existen requisitos determinantes: haber cumplido como mínimo los 65 años y ser autovalentes, que es lo mismo que decir que aún son capaces de realizar actividades básicas de la vida diaria.

Sucede que a la edad en la que están los nuevos amiguitos que desde esta semana tiene Joaquín Alejandro, el hijo de dos años de Daniel Hernández, un agente vendedor, estos se sienten menos activos, poco útiles y frustrados por la ausencia de esfuerzo.

Sin embargo, cuando entran en contacto con los niños se produce un hecho automático: se esfuerzan, sonríen, participan y ponen toda su energía en agradar, complacer y acompañar a esas personitas que gracias a un programa municipal han llegado a sus vidas.

Un método que nació en Europa

Aunque en España la idea se pensó en varias ocasiones, el impulso definitivo para implementarla se puso en marcha cuando la reina Sofía visitó el centro Alzheimer León en el 2011. De manera espontánea comentó: “A este centro lo que le falta es que tuviera a niños disfrutando con sus abuelos”. En España varios centros tienen programas intergeneracionales. En Estados Unidos, la residencia para mayores Providence Mount St. Vincent, en Seattle, ha ganado fama en estos días por un programa igual.