Busca en sus bolsillos, saca su credencial y cédula de ciudadanía de su billetera para ejercer su derecho al voto. Antes, el sargento segundo Galo Tuglema, de 39 años, le encarga con cuidado su fusil a su compañero, para ingresar a las aulas desarmado.

En las primeras juntas receptoras del voto del colegio Benalcázar, en Quito, no tuvo suerte, no encontró papeletas disponibles, porque el cupo para policías y militares se había cubierto.

En la cuarta aula lo logró. Lleva 20 años en el Ejercito Ecuatoriano y desde que se aprobó la Constitución de Montecristi, en 2008, puede sufragar. Aunque sabe que las Fuerzas Armadas deben ser apolíticas, para él, este cambio ha sido positivo.

"Como ciudadanos debíamos tener ese derecho porque, además, en unos años no perteneceremos al Ejército y nuestro futuro depende de lo que se haga en la política y también tenemos a nuestra familia afuera. En ellos pensamos cuando votamos", dice Tuglema.

En cada proceso electoral, el personal militar recibe una credencial especial que sirve únicamente para ese día, relata uno de sus compañeros que había votado cuando se inició la jornada. Aunque el voto es facultativo para los uniformados, afirman que cada vez más oficiales y miembros de tropa eligen hacerlo, especialmente quienes ya están por salir a la vida civil, para tener el certificado de votación, que suele ser un requisito para varios trámites.

El teniente coronel Álex Landeta, quién está a cargo del personal militar en ese recinto del norte de la capital, cuenta que el grupo a su cargo está en el colegio desde el jueves al mediodía. Ellos pertenecen a la Brigada 13 Pichincha, que en la primera vuelta trabajó en un recinto de Cuenca.

El oficial, que lleva 23 años en la institución, también votó temprano, para salir de ese pendiente y concentrarse en resguardar el recinto y ofrecer seguridad a las autoridades de Gobierno y organismos internacionales que visiten la institución educativa. Para él es importante votar, porque sabe que los militares tienen derecho a participar de las decisiones que se toman en el país. Relata que la jornada se ha llevado a cabo sin novedades y con tranquilidad.

Su día comenzó a las 05:30, con la organización de kits electorales para que estuvieran listos al momento de instalación de las juntas electorales. El Benalcázar está clasificado como un recinto base, es decir que desde aquí se coordinan 10 recintos de la parroquia. Landeta debe juntar las urnas de todos y llevarlas a El Batán, cuando terminen los escrutinios.

El equipo se organiza en relevos para desayunar, almorzar y merendar. La alimentación corre por su cuenta y por eso, cuando les asignaron el colegio, buscaron un servicio a domicilio para que les entregaras sus raciones, a un precio módico.

Jacqueline Cisneros es la coordinadora del recinto que cuenta con 35 juntas receptoras del voto, con 350 electores cada una. Trabaja con un equipo de nieve coordinadores de mesa, quienes junto a los militares resuelven las dudas de ciudadanos que se acercan a ejercer su derecho al voto, en el emblemático colegio municipal capitalino.

También estuvo a cargo del Benalcázar en la primera vuelta. Cuenta que aparentemente este 15 de octubre ha habido menor afluencia en la mañana, pero cree que también se siente menor presencia porque en agosto hubo cinco papeletas en Quito y ahora solo una.

Agrega que en este colegio hay alta demanda del voto asistido, que está dirigido a adultos mayores con dificultades para caminar, personas con discapacidad, mujeres embarazadas y personas con discapacidad visual, para quienes están disponibles plantillas con sistema braille.