
El bienmandado señor Niels Olsen no sabe qué cosa es la ética
El clamoroso caso de nepotismo del asambleísta Jorge Chamba no será sancionado. Para ADN la ética es un manual
¿Qué cosa es la ética para Niels Olsen y la bancada oficialista de la Asamblea Nacional? Por lo visto hasta el momento, un conjunto de reglas cada vez más específicas que ha de ir actualizándose en la medida en que sus propios asambleístas se inventan nuevas y más sofisticadas formas de deshonestidad y de indecencia. Nuevas y más sofisticadas formas ante las cuales el presidente de la Asamblea se confiesa desarmado y que después se ve obligado a recoger en reformas al Código de Ética con el fin de prohibirlas. Lo que se necesita, aquí, es la imaginación suficiente para inventar formas de corrupción no contempladas en el Código de Ética. La imaginación confiere impunidad en la pillería.
Vino primero el postadolescente Dominique Serrano, a quien castigaron (absurdamente) por dibujar en clases, pero cuyo enrevesado sistema de “nepotismo cruzado”, del que se beneficiaron su madre y su hermano, empleados en los despachos de otro legislador, no fue posible sancionar porque no había regla que lo contemplara. Dijo entonces el bienmandado señor Olsen: refórmese el Código de Ética para prohibir el “nepotismo cruzado”. Surge ahora el guardaespaldas de todos, Jorge Chamba, con una novedosa forma de nepotismo encubierto (ya no cruzado: encubierto) que le permitió contratar a la madre de sus hijos, con quien no mantiene vínculo jurídico comprobable alguno, lo cual facilita las cosas.
Ante la sapada de Chamba, otra vez lamenta el bienmandado señor que no haya manera de sancionar este evidente caso de nepotismo y pide a quien corresponda que vuelva a reformar el Código de Ética para incluirlo como nueva modalidad de comportamiento corrupto. Así, los asambleístas del oficialismo siempre van un paso por delante del Código de Ética y el bienmandado señor Olsen sigue prodigando reglas cada vez más específicas mientras se enorgullece del papel que él mismo se ha asignado: el de tapahuecos. Todo lo cual, por supuesto, es una suprema sinvergüencería.
Tras archivarse la denuncia por presunto nepotismo, el asambleísta oficialista Jorge Chamba se pronunció sobre la contratación de su expareja como asesora, calificándolo como un error no grave.
— Diario Expreso (@Expresoec) September 3, 2025
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La desvergüenza de Niels Olsen ante el Código de Ética
Da pereza (pero en el mundo según Olsen parece inevitable) tener que formular esta verdad de Perogrullo: la ética no es una ciencia exacta. No hace falta registrar en un reglamento todas las formas y modalidades del nepotismo para entender que el nepotismo es antiético en todas sus formas y modalidades. Esto supone reservar para el comité de ética, sobre la base del código respectivo, un cierto grado de subjetividad según el cual no hace falta que esta o aquella forma de nepotismo se encuentre catalogada en la lista de prohibiciones del reglamento para que resulte indecorosa.
¿Nepotismo cruzado? ¿Nepotismo encubierto? ¿No son, al fin y al cabo, modalidades diferentes de una misma forma de corrupción? ¿Hay que tipificar todas y cada una de las manifestaciones posibles del nepotismo para que se entienda el mensaje? Al fin y al cabo, el objetivo de un Comité de Ética no es dictaminar penas con categoría judicial sino establecer sanciones morales, para sentar precedentes. Esta mojigatería del bienmandado señor Olsen frente a casos evidentes de nepotismo, con el pretexto de que sus modalidades específicas no están tipificadas, es una forma de complicidad y una desvergüenza.
Si el nepotismo cruzado de Dominique Serrano o el nepotismo encubierto de Jorge Chamba no pueden ser sancionados por un vacío en el Código de Ética ante el cual el Código de Ética no puede hacer nada, entonces, tanto el código como el comité son absolutamente inservibles. ¿O no?

El oficialismo se olvida de Valentina Centeno
Fingiendo indignación moral porque el Código de Ética dizque no le permite sancionar a Jorge Chamba ante su descarado ejercicio de nepotismo, el bienmandado señor Olsen encarga a su jefa de bancada, Mishel Mancheno, a que elabore las reformas respectivas para que esto no se repita. Imaginar cómo quedará la redacción del artículo en el que se prohíba la contratación de una expareja con quien se tiene tres hijos pero ningún vínculo jurídico demostrable, ni siquiera unión de hecho, puede ser un ejercicio bastante divertido. Porque cada vez los requerimientos de Olsen son más específicos y los artículos resultantes del reglamento deberían ser, en consecuencia, más ridículos. En el fondo de este tráfago de formalidades con visos de comicidad reside el concepto que ni Olsen ni sus compañeros de bancada parecen capaces de entender: el de ética.
Para empezar, si Mishel Mancheno, coordinadora encargada del bloque oficialista, se toma en serio su tarea de redactar un nuevo Código Ética que sea realmente significativo, debería empezar por establecer las sanciones que le corresponden a la titular de su bancada, Valentina Centeno, que acaba de largarse alegremente a hacer una maestría en el extranjero sin renunciar a su cargo. Tiene jeta, Valentina Centeno. La ley de la Asamblea determina que cualquier permiso sin sueldo que supere los 30 días deberá ser autorizado por el Consejo de Administración Legislativa (CAL). Ella se va por un año con el plan de volver un par de días por mes para torear la norma. La idea es renovar su permiso sin sueldo cada mes.
Se trata de una inmoralidad clamorosa ante la cual el Comité de Ética, por supuesto, es incapaz de decir ni pío, porque no está tipificada. Habría que especificarlo en un artículo del reglamento con pelos y señales. Porque la ética, según Olsen y los chicos del nuevo país, no es ese estado superior de la filosofía que sirve para vivir bien en sociedad, sin sacar ventaja de nadie ni faltar a nadie. No. Para esta generación de políticos irreductible al influjo de las humanidades, la ética es un manual. Un manual en construcción.
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