
Pedaleando Postales: El encanto de Lima para el turista ecuatoriano
Más de 291.000 ecuatorianos visitaron Perú en 2024, un 22 % más que el año anterior
En Lima, cada pedaleo es una postal. Desde lo alto del malecón en el Parque del Amor, entre besos eternizados en piedra y miradores que dan al Pacífico, el viento arrastra historias antiguas: por esas mismas costas ingresaron los soldados chilenos durante la Guerra del Pacífico. Hoy, en lugar de cañones y tropas, lo que llega a Lima es otra invasión, esta vez pacífica y andina: ecuatorianos en busca de turismo, tranquilidad... y cebiche.
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El crecimiento es notorio. En 2023, Perú recibió a 239.519 turistas ecuatorianos, un aumento del 53 % en comparación con 2022, cuando se registraron 156.940 arribos. La tendencia continuó al alza en 2024, con 291.472 ecuatorianos ingresando al país, lo que representa un incremento del 22 % respecto al año anterior, mientras que en este 2025, solo en los primeros tres meses del año, más de 64.500 ecuatorianos visitaron Perú, según PromPerú.
La cifra representa un incremento del 8 % respecto al mismo periodo de 2024, y consolida una tendencia ascendente que lleva al vecino del sur a posicionarse como el segundo destino internacional favorito de los ecuatorianos, después de Estados Unidos. Lo confirman también los datos estadísticos del Ministerio de Turismo de Ecuador: entre enero y abril de este año, 105.822 ciudadanos viajaron a tierras peruanas.
El atractivo es múltiple. Desde Quito y Guayaquil hay 34 vuelos directos semanales a Lima, con viajes que duran apenas dos horas. No se necesita visa y tampoco es requerido el pasaporte: es suficiente la cédula. Y además, el tipo de cambio -con el dólar como nuestra moneda local- es favorable para el visitante ecuatoriano. Pero quizás podría haber algo más profundo que impulsa este éxodo turístico: la búsqueda de seguridad.
Comer, caminar, respirar en Miraflores
“En Miraflores, incluso de noche, se puede caminar tranquilo con el celular en la mano”, comenta César, vendedor de cebiche en el Mercado de Surquillo. Y no exagera. Esa sensación de libertad es parte del paquete que enamoraría a los visitantes. Las calles amplias, las ciclovías junto al mar, los parques floridos y el orden urbano contrastan con la sensación de inseguridad que muchos turistas traen desde casa. En palabras sencillas: en este sector de Lima, los ecuatorianos sienten un respiro.
“Es como estar en Urdesa, pero con mar y ciclovía”, bromea una viajera guayaquileña que acompaña a EXPRESO durante un recorrido. No está tan errada: Miraflores recuerda a Urdesa por su mezcla de residencias, cafeterías, negocios y vida nocturna. Barranco, por su parte, se asemeja al Puerto Santa Ana o a La Ronda, de Quito, en su zona patrimonial, pero con un toque bohemio más estructurado y con respeto al peatón. Allí vivieron Chabuca Granda, Mario Vargas Llosa, y sí, hasta Laura Bozzo. Los murales, los bares de autor, y los callejones empedrados ofrecen arte, historia y autenticidad en cada esquina.
Uno de los recorridos favoritos es en bicicleta, entre Miraflores y Barranco, con guías que narran datos históricos, gastronomía y curiosidades urbanas. El tour cuesta unos 90 soles (alrededor de 24 dólares) e incluye snacks, una degustación de helado en una tradicional heladería y paradas claves como el Parque Salazar, el Colegio Médico (con su homenaje al personal de salud fallecido por covid), y zonas residenciales cargadas de memoria.
El recorrido no solo revela la historia y la vida cotidiana de Lima, sino que también permite observar las nuevas obras que buscan transformar aún más esta experiencia turística.
Frente al Colegio Médico, en la bajada de Armendáriz, se construye el primer teleférico turístico de la ciudad, que conectará el malecón de Miraflores con la playa RedondSSo en la Costa Verde. Esta obra, financiada con capital privado, busca convertirse en un ícono del turismo urbano: tendrá una extensión de 310 metros, con cabinas panorámicas que recorrerán el trayecto en apenas tres minutos. Las góndolas, con capacidad para 15 personas, permitirán incluso transportar bicicletas y tablas de surf, y ofrecerán una vista privilegiada del litoral limeño.
A pocos metros de ahí, se levanta también el nuevo puente del Corredor Turístico Miraflores-Barranco, una estructura peatonal de vidrio templado y acero que atravesará la quebrada de Armendáriz. Con 112 metros de largo, ocho de ancho y un diseño transparente que permite ver el mar desde las alturas, este puente busca conectar mejor los distritos turísticos y facilitar el tránsito de ciclistas y caminantes, fortaleciendo aún más la experiencia del visitante que recorre esta zona de la ciudad.

Gastronomía con identidad y carácter
Cuana Maquera llegó desde Puno, una zona andina del sur de Perú, ubicada en el altiplano a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar (mil metros más alto que Quito), cerca de la frontera con Bolivia y a orillas del lago Titicaca.
No hablaba español cuando se mudó a Lima, pero hoy dirige su propio restaurante en Miraflores: La Gran Patrona, donde enseña a turistas a preparar cebiche, causa limeña y pisco sour. “Me encanta ver cómo rompen sus miedos en la cocina, como yo lo hice en mi vida”, dice con orgullo. Su historia representa lo que Lima ofrece al visitante: no solo comida, sino experiencias con alma.
Aunque si de alta cocina se trata, Lima ofrece propuestas memorables. Uno de ellos es Cosme, ubicado en el distrito de San Isidro, una zona moderna, segura y elegante que concentra embajadas, consulados y oficinas diplomáticas. Aunque no tiene vista al mar, el restaurante destaca por reinterpretar la comida peruana popular con un enfoque contemporáneo.
En contraste, el restaurante Cala, ubicado literalmente junto al mar en la Costa Verde, ofrece una experiencia sensorial completa: platos sofisticados, balcones hacia el océano y una vista privilegiada del atardecer limeño.

El ecuatoriano huye de la inseguridad
Aunque Lima tiene 10 millones de habitantes y se encuentra en estado de emergencia por temas de seguridad, el contraste con ciudades ecuatorianas es evidente. La tranquilidad con la que se vive el turismo, la inversión en infraestructura urbana, la promoción de experiencias seguras y accesibles, hacen que los visitantes ecuatorianos sientan que allá se puede tener algo más de paz.
La comparación duele: Guayaquil no cuenta con un malecón ciclable como el de Lima; Quito tiene barrios con potencial turístico (como La Mariscal o la avenida República del Salvador), pero que en muchas ocasiones parecen aislados o incluso apagados. Lima, en cambio, ha logrado que la historia, la cultura y la gastronomía construyan confianza. Y eso, en tiempos de miedo, vale más que cualquier promoción.
Se ha hablado tanto de los corredores turísticos en Guayaquil, pero la sensación es que todo queda en proyecto. Falta respirar esa tranquilidad que tiene ahora Lima.
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