Los bares y centros gastronómicos de la ciudad están experimentando actualmente un escenario positivo y particular. En el corazón de la urbe, bartenders y empresarios han apostado por la creación de mezclas únicas, utilizando técnicas innovadoras, entretenidas y atractivas para el paladar.

Estos negocios se enfrentan a la necesidad de satisfacer una demanda cada vez más especializada por parte de los clientes, quienes, gracias a la globalización y al acceso a información y culturas extranjeras, buscan nuevas experiencias relacionadas a este tipo de bebidas.

Edwin Lobo, propietario de Andes Bar Academy, un curso de coctelería originado en Venezuela y establecido en Ecuador, explica esta tendencia: “Estamos viendo que cada vez se acercan más personas que se preguntan cómo hacemos las preparaciones y qué ingredientes incluimos. Tenemos clientes preparados y con ideas creativas que generalmente han experimentado en restaurantes en Europa. Esto ha llevado a que algunos bares también empiecen a traer talento de fuera, lo que beneficia no solo a la industria sino también a los consumidores”.

El valor añadido de estas recetas radica en técnicas sofisticadas y cada vez más complejas. Víctor Villalobos, jefe de barra del establecimiento Juliana, ubicado en la calle Panamá, lleva la experiencia de crear cócteles a un nivel extraordinario.

Una de las recetas más populares del bar es llamada ‘pipí de mono’, nombrada así por su ingrediente principal, un tipo de ají amazónico del mismo nombre. Esta bebida se prepara de manera similar a una margarita con tequila, pero contiene una infusión de achiote, piña caramelizada y sal hecha con piel de chontacuro, por un precio de 11 dólares.

Gracias a esta receta, Juliana se convirtió en finalista en el concurso Sustainable Cocktail Challenge, organizado por la marca de ron Flor de Caña y que tendrá lugar en Nicaragua en 2024.

Otra de sus creaciones emblemáticas es una reinterpretación de un ‘palmeto de ron’, con vermut y maduro asado. “Lo que hicimos fue llevar el sabor del maduro con queso que se encuentra en la calle a un cóctel. Tiene los sabores de maduro asado, mantequilla y queso. Nuestra intención es transmitir un concepto y conectar con los clientes”, afirma Víctor Villalobos.

Por otro lado, los precios se mantienen asequibles. Tatiana Jaramillo, gerente general del bar Gin Morrison en Samborondón, indica que el rango de precios oscila entre los 10 y los 12 dólares, a excepción de una de sus recetas, que tiene un costo de 14 dólares, siendo la más cara de su local. “Lo que más consumen nuestros clientes es el gin de frutos rojos, que lleva agua tónica, sirope de mora y frutilla, limón y canela. El de mayor precio se llama ‘tekín’ y está hecho con licor Chivas”.

Para Juan Bohórquez y Christian Nolivos, administradores del restaurante Místico, la inspiración para dar con nuevas fórmulas se basa en ofrecer nuevas experiencias a los clientes.

“Para realzar el sabor de las bebidas, hacemos infusiones de los ingredientes principales que conforman el cóctel, desde reducciones de frutas hasta la creación de siropes basados en especias, con el objetivo de realzar los sabores. Además, algunas bebidas también se someten a otras técnicas, como el proceso de ahumado, para acentuar y fortalecer las diferentes notas de los licores utilizados en su preparación. Los clientes no solo buscan una bebida, sino una experiencia”, reflexionan.

Esta tendencia ha ganado tanta popularidad, que otro tipo de negocios han decidido incorporar sus propias creaciones en los menús.

Este es el caso de la cervecería artesanal Bajamar, que abrió sus puertas hace más de un año. Sofía Boloña, propietaria del establecimiento, compartió la necesidad de ofrecer opciones frescas y novedosas en su productora de cerveza, con la finalidad de atraer a un público más amplio. “Siempre tuvimos la idea de no limitarnos únicamente al tema de las cervezas, sino contar con una carta de vinos y cócteles. Para la apertura del local, nos asesoramos y desarrollamos varias mezclas y resultó en algo positivo y atractivo para la gente”, cuenta.

Entre sus cócteles insignes se encuentra el ‘bold sangría’, una mezcla hecha con vino, licor de durazno, sirope de frutos rojos y agua mineral. Recientemente lanzaron una nueva carta de cócteles con precios que van desde los 8 hasta los 12 dólares.

Además de beneficiar a los consumidores, esta tendencia también ha brindado oportunidades a quienes desean convertirse en mixólogos profesionales. Ramón Aráuz, quien es abogado de profesión, decidió estudiar minuciosamente las bebidas con firma. “El gremio de mixólogos está en constante crecimiento porque abre las puertas a cualquier persona interesada en aprender. Es una industria en la que todos estamos en constante apoyo mutuo y entendimiento”, asegura.

Así nació Nebula Cocktail Co., un equipo de profesionales que ofrece servicios de bartenders para eventos. Ofertan paquetes que van desde 100 cócteles por evento a un costo de 450 dólares, hasta 500 vasos por un valor de 2.250. En su local ubicado en la Plaza Romería, en el kilómetro 1,8 de la autopista Terminal Terrestre, también es posible degustar algunos de sus cócteles más conocidos.

Los cócteles de autor se han convertido en una parte integral de la vida social de la ciudad, ya sea en bares, restaurantes o en animadas reuniones con amigos y familiares. Esta tendencia, cada día más presente en la cultura ecuatoriana, ha demostrado ser una forma de conectar con la diversidad, de disfrutar y maridar sabores en una experiencia única.

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