Duras lecciones
El país ha experimentado, no necesariamente aprendido, en la semana que acabó de transcurrir duras lecciones. La más notoria, que el despilfarro, la ostentación y la corrupción de la década pasada pasaron al fin factura. El problema es si esta lección la entienden solo un grupo de ecuatorianos o la mayoría. Medidas de esta gravedad que rompen con imaginarios colectivos y con la tendencia a la esquizofrenia cultural que ve por ejemplo, más problema en la subida a la gasolina que en la del IVA o menosprecia el peligro de acabar la dolarización, deben ir acompañadas de una clara y exhaustiva campaña mediática que muestre que en realidad los cambios decididos favorecerán a la corta y a la larga a los ecuatorianos.
No se trata solo de apelar al sentido común sino de convencer y hacer sentir a quienes somos afectados que este sacrificio significa realmente una vuelta de página a la historia.
Otra lección que los ciudadanos deben igualmente aprender es la autoestima. No es posible que un gremio como el de los transportistas, por importante y estratégico que sea su trabajo, paralice al país y sobre todo, con sus medidas de hecho, lo vuelvan caótico. El cierre de carreteras corta a la mayoría de los ciudadanos el derecho a movilizarse y lo vuelve rehén de los intereses de un grupo determinado. Un país o una institución sometida a la dictadura de los gremios solo puede ir al fracaso. De nuevo se nota la ausencia de una campaña mediática contra este tipo de procedimientos de chantaje que va en contra de los mismos ciudadanos. No es posible perder clases en un colegio o en una universidad, no cumplir compromisos de trabajo o no trasladarse internacionalmente de acuerdo a un plan establecido solo porque un gremio decide privar de este derecho.
El tema de los hechos de vandalismo suscitados en Guayaquil muestra una peligrosa descomposición social que irrumpe cada vez que acontecen trastornos en el orden público. ¿Quién o quiénes son los responsables de las pérdidas de todo tipo, robos y desmanes y cómo van a resarcir lo perdido? ¿O se quedará en el olvido?