El dolor no descansa

en mi larga vida me ha tocado padecer varios sismos, pero desde luego no en zona de desastre. Uno de ellos fue el del 5 de marzo de 1987, en la región noroccidental de nuestro país, azotada entonces por una serie de sismos con una intensidad de entre 6.1 a 6.9 grados en la escala de Richter. Movimientos telúricos fuertes, pero nunca como el remezón bárbaro que padecí en mi departamento alto, en el que vivo en esta ciudad, al producirse al anochecer del sábado de la semana anterior el terremoto que azotó ciudades y centros poblados de las provincias de Manabí y Esmeraldas, dejándolos devastados por su fuerza y en ciertos casos por la debilidad de las construcciones. El presidente Rafael Correa estimó en aproximadamente $3.000 millones de dólares la cuantía de las pérdidas, lo que significa que la reconstrucción de la zona afectada demorará de dos a tres años, “Pero más lamentable aún es la pérdida de vidas”, expresó el presidente, señalando que en proporción de habitantes la localidad de Canoa, en el norte de Manabí, es la más golpeada, ya que el 80 % del balneario ha desaparecido. “Es un pueblo fantasma”, dijo.

Reiteró, por otra parte, que la atención y provisión de alimentos a los damnificados está garantizada, así como el trabajo de los rescatistas, haciendo un llamado al voluntariado a que siga los canales del ECU-911 para trabajar organizadamente en esas tareas. Y fue enfático en expresar que al momento lo más importante es salvar vidas y que por ello se mantiene la búsqueda y rescate de personas que puedan estar vivas todavía. El envío de mil expertos en estas tareas, sobre todo de España, Colombia, Cuba y otros países de la región, ha sido inmediato y su labor extraordinaria, habiéndose logrado rescatar con vida a muchas personas. Por lo menos 20 países han enviado ayuda, y sobre todo técnicos para actuar en estas complejas tareas. También ha sido admirable la solidaridad de los ecuatorianos.

Hay un alto número de heridos y desaparecidos. Desafortunadamente el número de muertos sobrepasa ya los 500.

Paz en sus tumbas. El dolor no descansa.

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