Dolar y petroleo, amores renidos

Cuando uno quiere salir, el otro prefiere dormir. Uno habla por los codos, el otro se guarda sus sentimientos. El café es el desayuno irrenunciable de uno, el otro mata por leche con chocolate. El dólar y el petróleo son como un matrimonio mal avenido. Pero se aman. Siempre van de la mano, aunque no les vaya bien. Cuando uno está deprimido, el otro no ha sido más feliz en su vida. Pero no por culpa de su par.

El petróleo no baja porque suba el dólar, pero la moneda sí se aprecia cuando el crudo está de capa caída. Sus comportamientos en los mercados están influidos por el entorno y también por cómo ven su reflejo en los ojos del otro.

Si hubieran ido al psicólogo, el profesional les habría diagnosticado una alta codependencia. Sobre todo en los últimos dos años. La terapia les ayudó a entenderlo todo:

Desde que el precio de los barriles empezó a bajar a mediados de 2014, el billete verde arrancó su escalada de cotización. Los amigos inversionistas, hasta ese momento, habían declarado fidelidad a los beneficios que dejaba el negocio de extracción. Pero más gente quiso repartirse la torta y los pedazos empezaron a achicarse.

Estados Unidos, que es el principal comprador de petróleo del mundo, desarrolló la técnica para poder extraer crudo de esquisto. Y, aunque era más caro (unos 70 dólares el costo de extracción), merecía la pena intentarlo. El oro negro entonces cotizaba en torno a los 100 dólares y llevaba años de estabilidad.

Teniendo a mano su propia producción, no necesitaba comprar tanto petróleo de otros países y se ahorraba unos dólares. Eso provocó un aumento de la oferta y un descenso de la demanda. Golpe inmediato a los precios del barril.

En menos de medio año, el petróleo perdía un 40 % de cotización en los mercados e iniciaba 2015 con pocas esperanzas de recuperación.

El máximo de 106,91 dólares de junio de 2014 se perdió con el mínimo de diciembre de ese mismo año, a 53,61 dólares. A medida que los demás importadores de crudo rellenaban sus reservas aprovechando las rebajas, más disminuía la necesidad mundial de petróleo. Y más disminuía la demanda. Y más se abarataba el barril. En 2014, el precio promedio fue de 93,10 dólares y en 2015 se desplomó a 48,87 dólares.

Esa tendencia sostenida ahuyentó a los inversionistas de la materia prima. Sobre todo, porque el estancamiento de la economía de China y el debilitamiento de la de Europa, potentes importadores de petróleo y de otros commodities, auguraban que los pedidos de combustible no iban a recuperarse.

No pasaba un día sin que el petróleo se llevase sus problemas a casa. Mientras, al dólar le habían propuesto un ascenso en el trabajo, porque los mismos inversionistas que habían sembrado la amistad en los campos de extracción de crudo, prefirieron la seguridad de la divisa.

No sabía el oro negro que adoptar el apellido de su pareja al casarse se le volvería en contra. Los petrodólares dependen del poder adquisitivo de quienes demandan las materias primas, porque los precios de la mayoría de los ‘commodities’ se cotizan en dólares. Más claro: “Si el dólar sube 1 %, entonces es 1 % más de yenes o libras esterlinas o euros... que hay que encontrar para pagar las cuentas de los commodities”, compara Julian Alsop, economista jefe global de Capital Economics. Y el dólar pasó de cotizar a 0,73 euros en junio de 2014 hasta los 0,9173 euros en diciembre de 2015.

Como si fuera el hijo de una relación ‘tóxica’, Ecuador se rebeló ante sus padres. Los ingresos por las exportaciones petroleras cayeron en picado, como si uno de los progenitores hubiera perdido el empleo (de 13.300 millones en exportaciones petroleras en 2014 a 6.70 millones en 2015), y había que evitar que los dólares abandonaran a la familia y salieran del país.

Se aprobaron entonces las salvaguardias para reducir las importaciones mientras las ventas petroleras no se recuperasen, según el objetivo declarado. Hoy, hay casi un equilibrio en la balanza comercial: $ 48,5 millones hasta abril, cuando el año pasado en el mismo período había un desbalance de $ -1.219 millones. Esto es consecuencia del estancamiento de la economía, de la reducción del consumo y de las restricciones comerciales.

El equilibrio ha llegado al tiempo en el que el petróleo, después de un año y medio de depresión, tocó fondo en febrero con mínimos de 26,21 dólares, e inició su rehabilitación hasta el máximo anual de $ 51,23 del 9 de junio. Ecuador, que había fijado su precio de referencia para los presupuestos anuales en 45 dólares, empezó a recibir la paga de uno de sus padres cuando el crudo rozaba los 50 dólares. Llegó hace dos semanas a superar la barrera psicológica.

Pero la relación, muy deteriorada durante casi 24 meses, no ha soportado que apareciera una tercera persona. El Reino Unido votó para salirse de la Unión Europea y, como si fuera un delincuente en un vecindario, alteró a todos los presentes. Los mercados de todo el mundo se hundieron, las monedas se devaluaron más, el crudo se debilitó de nuevo y el dólar, como el oro, fue de los pocos que quedaron a salvo. Porque son valores seguros. Todo el mundo fue a refugiarse con ellos.

La imprevisible volatilidad del ‘brexit’ se ha dado la vuelta en los últimos días. Las bolsas europeas, Wall Street y las latinoamericanas cerraron la semana al alza. Los bancos centrales anunciaron que inyectarían dinero si hacía falta para sostener las divisas y el petróleo intenta mantenerse. Pero no hay que dejar la terapia matrimonial para hacer seguimiento a la relación en los próximos meses. El divorcio, con un típico “no eres tú, soy yo”, no es una opción para el dólar y el petróleo.