Restaurante. Bendito Chef abrió sus puertas hace poco más de un año en la ciudadela Guayasur, dándole más brillo al sur.

La diversion nocturna no tiene espacio en el sur

La falta de bares, discotecas y ambientes familiares obligan a los residentes a ‘migrar’ a sitios del norte. Hay quienes intentan recuperar el brillo con nuevos locales.

Cada vez que Eliana Mora y su familia intentan divertirse en la noche sin tener que alejarse de la ciudadela Guayasur, donde residen, van a Bendito Chef. Un restaurante rústico y con comida de autor, hace un año inaugurado, que no solo pretende darle brillo a todo ese sector, sino también al sur de la ciudad, integrado por más de 600.000 habitantes y para muchos olvidado.

“Por años he tenido que trasladarme a Urdesa o La Puntilla para divertirme en un ambiente seguro, donde no tenga incluso miedo de que al salir me vayan a robar. Es una pena que siendo esta una zona muy bonita, representativa para Guayaquil, no contemos con los espacios suficientes para que nos quedemos. Llega el jueves, viernes y todos ‘migramos’”, lamenta Lisbeth Manosalvas, residente de La Saiba que ha optado por no desplazarse desde hace un mes que descubrió este local, a decir de su propietario Renato Gonzáles, inaugurado para darle vida al territorio.

En la ciudadela 9 de Octubre, donde los residentes asimismo consideran que faltan espacios de distracción -bares, discotecas, puntos de encuentro-, hace poco que un nuevo patio de comida abrió sus puertas con el fin de darle movimiento al sur y expresamente a este barrio que, con seis décadas encima, permanece oscuro y apagado.

“Me gustaría tanto no tener que ir hasta el norte cada que celebramos un cumpleaños. Todas mis amigas son del sur, pero nunca nos quedamos aquí porque prevalecen las áreas desoladas. Movilizarnos implica gastos, a veces hasta $ 10, $ 15 solo en taxi, además gastamos tiempo: siempre nos toca lidiar con el tráfico”, manifiesta Mónica Cevallos, docente jubilada, que coincide con el pensamiento de Karla Sosa, una joven que habita en el tradicional barrio del Centenario, en cuyas calles pasadas las 22:00 también “todo está muerto”.

Y es teniendo en cuenta este panorama que Iván Itúrburu, propietario de Son y Sazón, uno de los restaurantes, le apostó al negocio. “Falta tanto por desarrollar en este lado de la ciudad que hasta me emociona ser parte del cambio. Queremos ser la nueva opción de los barrios aledaños, la razón por la que nadie quiere irse...”.

Los moradores no rechazan la idea, mas se muestran un tanto escépticos. “Se necesita de nuevos ojos e inversionistas para que transformen el área y la vuelvan turística. Falta comercio. Todo se limita a los dos centros comerciales. No queremos ir solo al mall o al cine”, coinciden.

Para Joel Trujillo, arquitecto, el ambiente de los sitios de entretenimiento es también muy importante. “La arquitectura de estos debe jugar un papel con el tipo de comida o servicio que ofrecen. Los propietarios deben ir también acorde a la tendencia”. En La Puntilla, cita como ejemplo, los clientes han visto con buenos ojos los locales al aire libre, fabricados con contenedores, mucha luz o verdes.

“No digo que todos opten por lo mismo, pero inviertan. Apuéstenle a los sitios acogedores, ‘enamoren’ a los sureños”, aconseja José Luis Aldás, residente y urbanista.

Para el académico José Iglesias, sin embargo, esta idea de desplazarse al norte o a los sitios de moda de Guayaquil va ligado a la clase social de la persona. “En el sur sí hay variedad para comer y entretenerse, pero son huecas, sitios populares y no del todo ‘frescos’, dirigidos a la familia o al turista, entonces hay residentes que optan irse”. Eso sí, reconoce que la inseguridad es un factor que también los aleja..., y que genera intranquilidad, admite el psicólogo clínico Javier Tandazo, quien hasta hace siete años residió en el sur.

“Nadie quiere tener ‘puesto el ojo’ en el auto, la cartera, el dinero. Eso te genera angustia. No se puede disfrutar en espacios que no te proporcionen al menos este tipo de bienestar”.

Portete es un ejemplo de eso. Según constató EXPRESO en un recorrido, en esa parte sureña de la urbe hay decenas de bares y barras que se extienden a lo largo de las calles 29 y 37, y que no son visitados por los residentes -al menos no por todos- porque se sienten inseguros. “En más de una ocasión he sido testigo de asaltos y uno que otro incidente. No salgo para sentir miedo”, dice Gabriel Valle, residente de La Pradera.

En la avenida 25 de Julio, en cambio, el panorama es otro. En una extensión de 17 cuadras se observan apenas 6 discotecas de las 20 que había.

Gilbert Quiñónez, dueño de Caneo, una de las dos más grandes, está consciente de que la popularidad de las discotecas de esa calle ha disminuido y con eso las opciones para bailar en el sur. Pero él atribuye dicha disminución a los horarios impuestos por las autoridades.

“En el centro, Las Peñas y el norte, las discotecas cierran entre las 02:00 y las 03:00. Y aunque nosotros deberíamos hacerlo a la misma hora, en ocasiones tenemos que hacerlo antes porque con nosotros se ejerce más control. Algunos policías incluso han dicho que son en estas discotecas donde los delincuentes vienen a planificar los robos, algo falso, una difamación que nos ha llevado a la quiebra”, manifiesta.

Respecto al tema, el sociólogo Rubén Aroca cree además que esta inclinación hacia determinados sectores se da sobre todo porque los usuarios ya tienen claro dónde es seguro divertirse y por qué. “Y la mayoría aún no prefiere el sur”, revela, puesto que no existe -como en el centro y el norte- una calle o un territorio destinado solo para la diversión.

Pero el sur no solo carece de centros nocturnos. “Faltan también espacios recreacionales para realizar caminatas y deportes, y disfrutar durante el día”, indica el urbanista Felipe Huerta. Para él, la carencia de estos sitios está influenciado por la cantidad de invasiones y la forma en cómo está planificado el sector. “En 1922, el sur contaba con el Parque Municipal de casi 93 hectáreas y de eso solo quedó lo que hoy es el Parque Forestal. El resto de terreno se fue vendiendo en el camino o fue invadido. Si no hubiese sido así, los habitantes contarían con parque como Samanes, lo que daría más cabida al entretenimiento”.

Una avenida con miras al crecimiento

Según el recorrido realizado por este Diario, se constató que una de las calles que hoy intenta captar la atención de los vecinos y futuros visitantes es la avenida Ernesto Albán, a la altura de De Prati, que hoy alberga 16 establecimientos de distracción, entre bares y restaurantes.

“Desde hace un par de años se ha visto más movimiento. Ojalá y esta zona, hoy bastante iluminada y versátil, pueda ser como Rudeza: viva, alegre”, precisa José Mendoza, habitante de la ciudadela del Seguro hace 37 años.

Pero para ello, apunta Federico Duarte, residente y uno de los primeros vecinos de la ciudadela Los Almendros, cercana a esta calle, debe haber más control policial nocturno. Allí el lugar se está poblando. “Lo ideal es que ahora, antes de que pase algo, se perciba vigilancia, se instalen más cámaras de las que ya hay para evitar contratiempos”.