Disfuncionalidades

Cuando me entero de que hay más de 80.000 candidatos para puestos de distinto perfil político, me pongo a pensar si es así como luce el mercado libre de la política, o es que acaso se trata del mejor ejemplo de cómo funciona la teoría del caos. Pensando como economista, llego a la conclusión de que es tan grave la crisis del empleo que muchos aspirantes calculan que la candidatura ofrece el “cuarto de hora” de popularidad, notoriedad, y, en el mejor de los casos, la posibilidad de hacerse de una pega que tiene una altísima tasa de rentabilidad.

De acuerdo a los postulados de la teoría del poder, desde las altas perchas de la burocracia y la política hay multiplicidad de maneras de adquirir riquezas instantáneas que, a manera de trofeo “honoris causa” le permiten al afortunado (no hay discriminación por sexo) exhibir lo que ni la sociedad ni el mercado por sí solos lograrán, esto es, la redistribución de la renta a favor de uno mismo.

Son todas muestras del Ecuador moderno donde no hay lugar para el rubor. El intento de manipulación de testigos se lo justifica como ¡interés en los derechos humanos! No importa descender de una vicepresidencia de la República a una supervisión regional del SRI (citando todas las leyes que supuestamente justifican el resguardo de un puesto por una década) si eso significa continuar viviendo a expensas de los contribuyentes. El arte de la leguleyada ha alcanzado alturas ignotas para seguir administrando la mejor justicia que el dinero puede comprar. En el rocambolesco mundo que habitamos, el idioma adquiere infinita sutileza cuando un ministro expresa que estamos haciendo las cosas tan bien en materia económica que ahora hasta “el FMI nos quiere acompañar”. Joder, ¡el jaguar despertó de nuevo!

Hay, debo admitir, una inagotable imaginación para crear narrativas fabulosas de miles de millones de dólares que van a afluir no obstante que calificamos un poquito por encima de Venezuela como país para hacer negocios. Se proponen concesiones cuando la constitución española de Montecristi, nacida del engendro socialista, expresamente lo prohíbe. Las artimañas financieras han subido a la categoría de secretos de Estado, y como ya no se pueden capturar los depósitos “dentro” del Banco Central, el gobierno está dispuesto a usar su potestad de propietario para saquear las cuentas de las empresas, recurrir al Banco de Pagos Internacionales y empeñar el oro con el FLAR, pues su principal preocupación es comprar los pavos de la canasta navideña y repartir los aguinaldos a sus burócratas. Los contratistas, en cambio, deben esperar por sus $1.200 millones; a los salariados se les ofrece ocho dolaritos (y el acoso laboral), y a los que no lo son, pues, ¡sopa de yuca! Suben las gasolinas cuando baja el precio de las mismas, pero rehúsan quitar el impuesto a las divisas, mientras urden subirle tres puntos más al IVA. El gobierno insaciable se nutre de más impuestos, multas y regulaciones con montos absurdos y penalidades que, a guisa de imponer la corrección, buscan el equilibrio fiscal a punta de patadas en mala parte (¡al bolsillo me refiero!).

¿Es esto gobierno? Más bien empieza a lucir como un disfuncional ¡sálvese quien pueda!