El discurso de Cynthia Viteri
Resonó con acordes de clarín, llamando a la batalla en ese recinto convertido en redil por los balidos de una mayoría que ha dejado fuera el singular encargo de la soberanía popular, para convertirse en la voz de la obediencia. A donde va una oveja boba, van todas, como dice la sabiduría del pueblo. Fue un discurso que no se limitó a cuestionar determinados asuntos muy circunscritos, sino que hizo un enjuiciamiento global de un régimen que ha hecho del adulo y el sometimiento, su estilo y consigna. Pero además de severo, claro y directo fue valiente, sin temer la furia de ese lago de leones, sin dientes y sin garras, que convierten al Parlamento en un ente cabizbajo que ya no cuenta con el respaldo popular. Ese discurso tan claro y contundente no puede quedar encerrado en las cuatro paredes de un recinto, ese que una vez fue el espacio de las leyes y en el que una tendencia u otra siempre contó con voces críticas que se alzaron restallantes, sin miedo a las consecuencias, que en los gobiernos verdaderamente democráticos, que enmarcaron un Estado de derecho, no tenían por qué temer, porque en aquellos regímenes no se había llegado a la insolencia de ofender y de perseguir a las voces libres que demandaban y obtenían -sin contemplaciones-, rectificaciones y vigencia plena de la libertad y los derechos ciudadanos.
El pueblo ecuatoriano debería conocer el discurso de Cynthia Viteri porque es un enjuiciamiento veraz, valiente, objetivo y realista de cuanto ha ocurrido en casi una década en que los militantes de un grupo enquistado en el poder, que aún tienen la audacia de pretender convertirse en la única alternativa del pueblo ecuatoriano, cuando merece ya el repudio de una clara mayoría nacional. Cynthia militaba en un partido que ciertamente ha guardado silencio durante largo tiempo y ha permitido impunemente el insulto, la agresión persecutoria contra sus altos dirigentes, incluso contra aquellos que descansan en el frío lecho de sus tumbas. Y no me refiero a Madera de Guerrero, que sí cuenta con un combativo conductor que no calla cuando debe hablar y que suele decir las cosas con claridad, sin temor a consecuencias personales. Ese partido debería difundir el discurso por todos los medios posibles: impresos y electrónicos. Es algo que le deben a Cynthia.
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