Dia de las NN. UU.
Así como en la vida , también respecto al sentido de las cosas el cambio es la constante. Sin duda, “el futuro ya no es lo que era” (los poetas lo dicen) y, peor todavía, el futuro será lo que será. ¿Irremediablemente? Creo que no. Cambiar el futuro es posible, siempre y cuando exista la decisión de hacerlo.
¿Qué futuro queremos cambiar los ecuatorianos? Ni siquiera tenemos claro el futuro al cual aspiramos, el que deseamos para nuestros hijos, peor el de la República. Sí, querido lector, no nos convenzamos de que lo tenemos definido a partir de generalizaciones y fantasías. El primer paso para curar un mal es aceptar que existe. Si seguimos creyendo que estamos cumpliendo muy bien nuestros roles ciudadanos, a lo mejor hasta nos condecora el municipio del pueblo donde nacimos pero, ello no prueba, necesariamente, los méritos que poseemos.
Dirán otros lectores ¿por qué tanto pesimismo? Nada que ver; puro realismo.
Miren la magnitud de la deuda externa y las preventas petroleras. Miren cuánto hay que pagar para servirla, cuánto del petróleo está prevendido. Piensen en los juicios pendientes donde existe la posibilidad de ser sometidos a fuertes sanciones económicas. No. No se trata de pesimismo. Es cuestión de ponerse a hacer cuentas.
Por otro lado, miren cómo anda el mundo. Lo de Berlín ratifica la sensación de que lo empezado en París se puede convertir en un hábito que si pese a todo esfuerzo en contrario, va a transformar a los sanos ciudadanos del mundo en seres encogidos, atemorizados, congelados en su actividad cotidiana por el miedo. ¿Será que el presidente Trump es el “político” más calificado para enfrentar la nueva situación? Ojalá que sí. El mundo está requiriendo liderazgos más lúcidos que fuertes, pero también fuertes. Con fuerza moral sobre todo. Con fuerza moral que les otorgue poder de convocatoria. Necesitamos una cruzada planetaria para defender la seguridad de los ciudadanos sin caer en la tentación de la guerra, que nunca resuelve nada. Miremos sino la tragedia siria. Miremos la inoperancia de los organismos internacionales creados para defender la paz.
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