Alojamiento. Personas que han perdido sus viviendas se han refugiado en alguno del medio centenar de albergues habilitados en Ciudad de México.

Los desplazados del sismo, angustiados por su destino

Érika Albarrán, comerciante de 33 años, alimentaba a su bebé cuando empezó el terremoto de 7,1 grados que sacudió Ciudad de México el martes.

Érika Albarrán, comerciante de 33 años, alimentaba a su bebé cuando empezó el terremoto de 7,1 grados que sacudió Ciudad de México el martes. Está a salvo, pero su casa se dañó y ahora, desde un albergue y sin dinero, no sabe cómo será el día.

Ella, al igual que miles de capitalinos, vio su cotidianidad trastocada en instantes por el terremoto que dejó al menos 286 muertos. Se estima que unas 2.000 viviendas sufrieron daños estructurales y muchas han sido desalojadas.

“Esperamos que Protección Civil me diga si es que podemos estar ahí en casa. Y si no, lo que sigue es buscar otra vez. No tenemos dinero, vivimos al día, al ser comerciante ahorita mi venta no es buena”, señaló Albarrán, que vende por las calles dulces y jugos de fruta.

Se han instalado unos 50 albergues para recibir a damnificados, pero las cifras de ocupación fluctúan. Difícil calcular cuántos se han quedado sin techo, pues hay quienes buscaron refugio en casa de familia o amigos; otros pernoctan en las calles, explica la alcaldía.

Al menos Érika y su familia tienen el alimento garantizado, pues la solidaridad de los mexicanos ha sido tal que se desbordan algunos centros de acopio.

“Sin comer no nos hemos quedado. No saqué nada, ni pañales, ni leche, pero nos han dado de todo: ropita, leche, pañales”, manifestó al admitir sin embargo que esto no durará para siempre.

Las autoridades centran ahora sus esfuerzos en el rescate de posibles sobrevivientes en los escombros y atención a los heridos. Después vendrá el recuento de daños y atención a damnificados. Y al final la reconstrucción.

Martha Alba, jubilada de 61 años, manda mensajes a sus amigos: “Busco casa segura”.

Tras el sismo de 1985, que dejó más de 10.000 muertos, compró a precio de remate un apartamento en el sector chic de Condesa, de los más vulnerables a los terremotos pero que en los últimos años ha sido escenario de un ‘boom’ inmobiliario con apartamentos que se cotizan en cientos de miles de dólares.

“Mi casa quedó muy dañada, imposible entrar. Era mi patrimonio de años de trabajo”, indicó Alba, quien se ha refugiado donde un amigo y está viendo apartamentos para rentar.

La incertidumbre la invade. No sabe por cuánto tiempo rentar, si su edificio podrá ser reforzado y, en todo caso, siempre estará el temor de que se vuelva a sacudir la tierra.

“Estoy a salvo. El temblor me tocó en la calle. Pero como siempre, los ‘clasemedieros’ sufrimos mucho. Los ricos tienen para comprar y los pobres, aunque suene duro, están acostumbrados a no tener y a ellos son los primeros que ayuda el gobierno”, comentó.

De seguros, ni hablar. Se estima que solo 5 % de las viviendas cuentan con uno, pues existe poca cultura pese al antecedente del terremoto de 1985.

Voluntarios y afectados por el sismo dijeron que existían zonas devastadas en los centrales estados Morelos y Puebla donde aún podría haber personas atrapadas entre los escombros y no llegaba la ayuda especializada del Gobierno.

Según cifras preliminares, cerca de 10.000 domicilios estarían dañados en Morelos. Y en Puebla el panorama es similar.

“En Epatlán y Ahuatlán (en Puebla) hay gente durmiendo en las calles, no sé cuántas casas se cayeron, pero sí son muchas”, dijo Diana Méndez, una voluntaria que visitó la zona. “Se necesita mucho apoyo, incluso para remover escombros”.

En Ciudad de México, ingenieros y arquitectos organizados por la alcaldía recorren la ciudad para determinar si las personas pueden volver a salvo a sus viviendas. Érika confía que una de esas sea su casa.