Los ingresos de las mujeres rurales jóvenes son un 27 % menor que los de los hombres.

Desigualdad para la mujer rural

Las estadísticas no son buenas. El sexo femenino del área rural está marcado por la desigualdad en relación al hombre y también a las mujeres de la ciudad.

En el campo las mujeres se despiertan antes de que cante el gallo y se acuestan a descansar luego de que este entra al gallinero. Pero no por mucho madrugar amanece más temprano: estas aún tienen amplias desventajas en relación a los hombres e incluso ante las mujeres de la ciudad.

Eugenia Quingaísa es una investigadora del Rimisp (Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural) y hace referencia a un estudio realizado por el Observatorio de Género: Mujeres y Territorios, de Rimisp.

“En base a estadísticas oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en Ecuador persisten amplias brechas de género en torno a la autonomía económica de las mujeres. Estas desigualdades se presentan para todos los indicadores (pobreza, desempleo, educación) tanto entre hombres y mujeres, como entre las mismas mujeres”.

En la pobreza las diferencias entre hombres y mujeres son pequeñas, sin embargo se observan amplias brechas entre las mujeres urbanas y aquellas rurales e indígenas, donde las segundas duplican los niveles de pobreza de las primeras. Los hombres y mujeres jóvenes de zonas urbanas son los menos afectados por la pobreza, no así sus pares rurales con niveles de pobreza sobre el 30 %. Las mujeres rurales tienen en promedio 3 años menos de educación que las urbanas.

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La pobreza rural fomenta las desigualdades entre las mujeres del campo y las citadinas, ya que la precaria situación de los hogares las obliga a salir antes del colegio, ya sea porque no hay dinero para el transporte hasta los sitios de estudios o porque están se unen libremente con algún hombre a temprana edad y quedan embarazadas.

Es el caso de Jéssica, que tuvo su primer retoño a los 16 y completó 4. Para mantenerlos porque aún todos son menores (2 dejaron la secundaria) debe recoger cacao, sembrar maíz a destajo o por un salario de 10 dólares de 07:00 a 11:00.

“Las adolescentes que deciden tener a su hijo muchas veces se ven obligadas a abandonar sus estudios, casarse a temprana edad o migrar a la ciudad para buscar mejores oportunidades”, dice Quingaísa.

En ocasiones, las jóvenes parejas casadas deciden que el esposo migre a la ciudad o al extranjero para buscar trabajo mientras que la mujer se queda en casa encargada del cuidado de los hijos, dedicada a los quehaceres del hogar y, en su mayoría, viviendo con sus padres, apoyando en las labores agrícolas sin recibir remuneración alguna.

Ney Barrionuevo, director del grupo Diálogo Rural, cree que la igualdad de oportunidades en la participación de la mujer no se va a dar por generación espontánea. “El cambio cultural que ello representa necesita de políticas públicas activas, como por ejemplo acercar las escuelas y colegios a las comunidades rurales para facilitar el acceso de las niñas a la educación, flexibilizar los requisitos para la obtención de créditos para que las mujeres no dependan de títulos de propiedad, en manos de sus parejas o padres generalmente”.

No se trata de imponer paridades numéricas falsas en la composición de una directiva, asignándoles siempre el rol de secretarias o tesoreras, “sino de promover una participación real en las actividades económicas y dirigenciales, sin caer en la trampa de crear organizaciones de mujeres cuando lo que se debe pensar es que por méritos una mujer puede dirigir una organización de productores de ambos sexos”.

Chrystel Monthean, manager de la empresa de servicios agrícolas Yara para Latinoamérica, anota que el rol que juegan las mujeres en garantizar la seguridad alimentaria de la sociedad es cada vez más importante. “Según datos de la ONU, un cuarto de la población mundial está constituida por mujeres rurales, de las cuales el 43% trabaja en la agricultura. En promedio, solo el 16% de las explotaciones agrícolas de Latinoamérica están encabezadas por mujeres, es decir: 2,6 millones de productoras en la región”.

Un estudio de la FAO sugiere que si las mujeres del campo tuvieran el mismo acceso a recursos productivos que los hombres, la producción de sus fincas subiría del 20% al 30%. Esto, a su vez, incrementaría el rendimiento agrícola de los países en desarrollo en un 2,5%-4% y disminuiría el número de personas con hambre en un 12%. GLC

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Los bajos ingresos golpean el género

n Un estudio de Rimisp, basado en las estadísticas del INEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) indica que a nivel nacional el desempleo es un 38% mayor en las mujeres que en los hombres.

Aunque el desempleo es considerablemente menor en las zonas rurales que en las urbanas, la brecha de género relativa es mayor: las mujeres rurales presentan un 79% más de desempleo que los hombres y las mujeres urbanas un 39%.

Por otro lado, a nivel nacional, los ingresos de las mujeres son un 22% menor que los de los hombres, aunque en los territorios rurales los ingresos percibidos por mujeres y hombres son menores.

“A su vez, la brecha de género es mayor que en territorios urbanos: los ingresos de las mujeres rurales son un 33% menor que los de los hombres, mientras que en las mujeres urbanas es un 21% menor”, señala el Rimisp. GLC