Desempleo, inseguridad y droga

En mi artículo del jueves último relaté la terrible experiencia de ser asaltado dos veces a luz del día. Reitero mi gratitud a los que me han expresado su solidaridad y afecto. Varios amigos destacaron el hecho de mi serenidad y sangre fría para enfrentar a los delincuentes. El pánico posterior me derrumbó. Dios me ayudó.

El reciente lunes 7, el periodista de El Universo, Robert Horacio Salazar Acosta, de 26 años, fue asaltado y asesinado en la Ciudadela 9 de Octubre a las 09:50 a. m.

Policías, que portan armas (si las usan son sancionados), y nosotros los civiles sin protección y prohibidos de portarlas para defendernos, somos enjuiciados por llevarlas y repeler a un asaltante y asesino.

Indefensos. Nuestras casas enrejadas y con alarmas. Leyes que protegen delincuentes. Es la impunidad porque el Gobierno dictó una ley que permite a los presos recuperar su libertad si no son sancionados dentro un año. La corrupción de ciertos jueces, fiscales y abogados tramitadores coludidos por dinero que pagan los delincuentes. La inseguridad es la norma. El delincuente tiene más protección que sus víctimas. Usan pistolas hechas y autorizadas en Ecuador. Revólveres, metralletas, cuchillos, navajas o corto punzantes.

Tramitar una denuncia en la Fiscalía es un viacrucis. Once mil delincuentes han sido puestos en libertad. Y regresan a robar y a matar.

El desempleo cunde. La droga y el microtráfico, autorizado para pequeños consumidores, está devastando a la niñez. La familia se desintegra. La degeneración y promiscuidad sexual de señores y señoras es la moda.

Hasta esa fecha tenían 172 muertes violentas en la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón). 110 fueron por violencia criminal (delincuencia común, microtráfico, amenazas, robos a personas y vehículos).

“Aparentemente es delincuencia común. Se halló un indicio balístico, bala U”, dijo un teniente coronel de Policía. Pocos saben lo que significa la escena del crimen. Su proceder es elemental.

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