El derecho a gobernar

El derecho a ser gobernado por quien consideramos la mejor opción entre los candidatos posibles a la presidencia -el primero y máximo cargo de representación del sistema democrático de los países americanos- incluye, por simple lógica, su reelección indefinida si no hay contendores de igual o suficiente mérito en la disputa electoral; centrémosla por ahora en la presidencia de nuestra República. El postulado democrático de alternabilidad no puede preferirse a las exigencias de la realidad de los pueblos que, para satisfacer sus demandas confían más en la experiencia de líderes probados que en expectativas de otras opciones, y más cuando no son lo suficientemente claras, o en la práctica resultaron decepcionantes. Gobernar no es fácil. Se necesita en el mundo globalizado de hoy, además de dotes de estadista, un bagaje académico sólido en materia económica y negociación internacional, y experiencia en administración pública, serenidad, porte digno y mesurado en todas las actuaciones, firmeza en las convicciones, respeto entre pares, ya se trate del mandatario de una gran potencia económica o política, o de un pequeño país progresista latinoamericano, como el nuestro. Esta semana se comenzó a debatir en la Asamblea Nacional el proyecto de ley preparado por la Comisión de Justicia reformatorio del Código de la Democracia que, entre otros temas, señala que los dignatarios de elección popular podrán postularse nuevamente. La norma ha sido vista por los detractores del oficialismo, el movimiento CREO específicamente, como un claro intento de favorecer la reelección del expresidente Rafael Correa, que es lo que debe ocurrir, si podemos en alguna forma regir en parte el curso de la historia. Y dependerá aun a su hora, de si el Ec. Correa acepta una vez más sacrificar su vida familiar en aras del servicio público. Por otra parte, nadie ignora que la “reelección indefinida” es el motivo de una de las preguntas presentadas por el presidente Lenín Moreno para la consulta popular por él convocada, y quizá la única cuyo resultado negativo persigue, como manifestó públicamente: que Rafael Correa no pueda volver a ser presidente de la República, aunque la mayoría de ecuatorianos así lo quiera y el país quizá más que nunca lo necesite. La historia tendrá la palabra.