Estado, democracia y terrorismo

Generalmente, el Estado es comprendido como la estructura jurídica, política e institucional que representa a la sociedad. Se reconoce que puede ejercer medidas coercitivas, legales, normativas e incluso la violencia en determinados campos. Pero los nuevos hechos, fenómenos, problemas y procesos inéditos que hoy se dan hacen necesario redefinir la institucionalidad.

También existe una explicación clásica de la democracia, esa que manifiesta que es “el gobierno del pueblo y para el pueblo”. Esta visión no considera los aspectos jurídicos normativos e institucionales, ni el sistema de derechos, etc. Por eso es mejor aquella que da un prestigioso politólogo italiano, quien la define como “el conjunto de reglas procesales de las que la principal, pero no la única, es la regla de la mayoría”. Para otros, la democracia constituye el modo y la técnica de organización social jurídica y normativa que parte del principio de la libertad, del respeto y la unidad de los individuos, para organizarse de acuerdo a lo que ellos decidan. Todo esto en función de un bien común.

Estos serían los mejores conceptos de Estado y de democracia como formas de organización social moderna. Sin embargo, parecen no servir ante el terrorismo, pues son reducidos a simples ideales humanos frente a lo que trae, hace y deja el narcocrimen. Su teoría y práctica es la destrucción tanto del Estado como de la democracia, ya que el terrorismo no responde al régimen normativo, jurídico y legal. Tampoco a la mayoría, ni es parte del modo de vida de las sociedades democráticas. Por eso la presencia de organizaciones que lo ejercen, que lo tienen como forma de acción social, destruye cualquier posibilidad de pensarlas y definirlas en el marco del Estado y de la democracia. El modo de ser de estas mafias y grupos terroristas implica, necesaria e ineludiblemente, la creación de mecanismos de protección y autodefensa hacia este flagelo. De no hacerlo, las actuaciones de esas organizaciones terminan destruyendo ambos pilares esenciales de la vida social moderna.

Ante los peligros que trae el narcoterrorismo y su accionar solo cabe una posición: la de rechazarlo y enfrentarlo con unidad y con firmeza; de lo contrario los resultados serán la descomposición y el fin de la institucionalidad, las normas, la sociedad y la convivencia humana pacífica.