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Culpas imprescriptibles

Aunque todavía no se ha introducido la correspondiente reforma para que los delitos por acoso y abuso sexual sean imprescriptibles en la legislación civil, posiblemente, por la decidida postura del papa Francisco, que luego de arrepentirse por haber defendido la presunta inocencia de un obispo chileno a su paso por el delgado país de la Mistral y Neruda, hizo conocer al mundo católico que delitos de esa clase no merecen ni el perdón ni el olvido. Este pronunciamiento lo hizo tras llamar a la plana mayor de la clerecía de dicho país al Vaticano, y luego de oír las explicaciones -sin fundamento por supuesto- de tales clérigos, como si quisiera poner un ejemplo al Cpccs transitorio de nuestro país que, al parecer, “no quiere dejar títere con cabeza”, hizo renunciar en masa a sus funciones dentro de la Iglesia araucana a quienes se tomaron el trabajo de cruzar “el gran charco” para llegar a Roma.

Lo que está ocurriendo en la Atenas del Ecuador nos parece un tanto extraño y hasta digno de constar en el libro de Récords de Guinness. Y es que luego de medio siglo, nada menos, recién tres ciudadanos ofendidos sexualmente durante su niñez o adolescencia por un prelado (con un apellido morlaquísimo, que lo tuvo un presidente-poeta del Ecuador y como tal, pariente de conocidas figuras del mundo político y cultural del país), que por supuesto deben estar ya transitando por la tercera edad, han decidido revelar ese pecado mortal del sacerdote, que fue nada más y nada menos que el fundador de la Universidad Católica de Cuenca, donde se había levantado una estatua en su honor ante estos méritos del pasado.

Y bien, si ya la justicia laica no puede castigar a delitos cometidos el siglo pasado, por estar prescritos, el acusado sacerdote sí está siendo severamente castigado, a más del inri que le cae encima en su edad crepuscular, al quitársele el título de rector honorífico de la Universidad Católica de Cuenca y de haberse derribado, con una parafernalia negativa, el monumento levantado en su honor. Y todo ello por más que haya declarado que las acusaciones en su contra no tienen fundamento, aunque las sucesivas culpas sexuales de sus colegas lo sigan volviendo sospechoso.