Las culpas de Assange

Por lo que se ha denunciado y se está investigando con prolijidad, el triunfo de Donald Trump, del que casi todo el mundo se lamenta, se consiguió nada menos que en nuestra embajada en la “city”, que es como llaman los flemáticos ingleses a su vieja y tradicional capital. Y ello porque el autor de los tan famosos WikiLeaks, el australiano Julian Assange, nuestro compatriota por una apresurada naturalización, luego de las hoy investigadas reuniones secretas con el jefe de la campaña electoral del actual primer mandatario de Estados Unidos, Paul Manafort, lanzó toda una campaña de graves acusaciones (no se sabe hasta qué punto eran ciertas) contra la candidata demócrata Hillary Clinton, quien sin embargo de obtener muchos más votos que su rival en los comicios, dado el sistema vigente de Estados Unidos en que se contabiliza el resultado de la voluntad popular a través de los colegios electorales, no pudo ser la primera mujer en la historia en llegar a la Casa Blanca.

Superando, al parecer, el récord que hace algunas décadas estableció el fundador del APRA peruano, Raúl Haya de la Torre, como asilado en la embajada de Colombia en Lima, Assange lleva ya más de seis años instalado en la no muy larga extensión del departamento que ocupa nuestra sede diplomática en la Vieja Albión. Y aunque gozó de todos los privilegios mientras duró la década correísta y el nuevo gobierno de Lenín recién comenzaba a tomar cartas en el asunto (jugaba índor fútbol sin zapatos y patinaba que es un contento por los angostos y cortos corredores), parece que ahora se comienza a aplicar mano dura con el asilado y es así como desde este último mes del año tendrá que solventarse los gastos de su estadía junto a nuestro personal, dirigido por una “momia coctelera” que también inicia recién sus funciones luego de que al anterior embajador, no se sabe por qué motivos, lo declararon cesante, como a los ministros del gabinete, en Quito.

Se afirma que el australiano no ha querido entregarse a las autoridades británicas por temor a que el Reino Unido a su vez lo entregue a las autoridades de Washington, en un país donde existe la pena de muerte, que podrían aplicarle. Una situación paradójica si se confirma que el asilado fue el responsable del triunfo de Donald Trump.