Cuentista y no cuentero

El último día de este mes, que me recuerda la vieja película con una bella actriz: Tuya en septiembre, en la biblioteca Aurora Estrada de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas, en cuya editorial se ha hecho la publicación, se presentará -también puede decirse “se lanzará”- mi libro de relatos titulado con el nombre del primer texto: Balada del amor que no fue, una fantasmagórica historia de amor que me contó mi ya desparecido amigo y colega en el periodismo Alejandro Herrería, cuyo apellido incluí, en agradecimiento, en esta historia inverosímil que suponemos sucedió en el Puerto del Morro.

Se trata, y a confesión de parte relevo de prueba, del primero y único libro de mi autoría escrito en prosa, tras publicar más de veinte obras poéticas. La mayoría de dichos cuentos fueron producidos “en medio del camino de la vida”, como dijo el Dante en su primer verso de la Divina Comedia, ya que tenía para entonces cuarenta y pico de años y ahora ando por la edad ochentona. Algunos de los cuentos han querido seguir el mismo clima cargado de irrealidades y de aparecidos, no dejando a un lado al diablo, que es para unos el más terrible y temido personaje y para otros, como el Doctor Fausto, un socio con el que bien se puede firmar un ventajoso pacto. Para equilibrar hago uso también de las peripecias de la vida diaria, como el caso de uno de mis personajes en el cuento Naufragio, que siente que se le hunde la vida al ser arrojado con familia, muebles y todo, por moroso, del departamento que arrendaba.

He acudido a mi viejo amigo Guido Jalil, narrador de profesión y de los buenos (con quien además me une el hecho de que ambos estudiamos la misma profesión de agrónomo, aunque él sí puede mostrar el respectivo título, para que me prologue lo inventado o recreado. Allí están sus palabras iniciales que agradezco por sinceras y a veces por exageradas en cuanto a considerarme un verdadero cuentista y no un audaz cuentero, como lo señalo en el título del presente artículo.

No creo que me atreva a futuro a intentar una nueva aventura en este género que tiene tan buenos autores como referencia: Borges, Cortázar, Onetti, García Márquez y, por supuesto, el decimonónico Maupassant.