Cuba revisa su Constitucion

Las informaciones sobre Cuba, todavía, están sometidas a un cierto grado de polarización, con mayor razón cuando su contenido atañe a inesperadas reformas constitucionales.

La polarización, como todo posicionamiento que deviene en extremos, razona en blanco o negro. Por ello algunos observadores, cubanos en el exilio de Miami por ejemplo, establecen que no ocurre nada sustantivo en las reformas constitucionales, ubicándolas apenas como maquillajes para el mantenimiento del ‘statu quo’. Clásico gatopardismo.

Otros, en cambio, manifiestan amplio entusiasmo. Desde las vertientes derechistas de América Latina se escucha con asombro que el cambio que ocurre en La Habana abre amplio espacio para nuevas formas de propiedad privada que estuvieron vetadas desde el inicio de la Revolución, esto es hace casi sesenta años.

Se refuerza el argumento destacando que Cuba ya no tiene como propósito la construcción del comunismo, tal cual reza en la Constitución de 1997, suceso que podría dar paso a nuevas circunstancias en países donde es fuerte la influencia de las políticas de la isla caribeña, tal cual Nicaragua o Venezuela, naciones ahora en pleno conflicto con sus pueblos, que no se consuelan con haber perdido sus libertades en el marco de una espantosa miseria que los priva de toda esperanza de un futuro mejor.

Lo cierto es, en definitiva, que sean las cosas como fueren: voluntad real de una reforma constitucional orientada a un mayor grado de apertura, o apenas cambio cosmético para aparentar dicha apertura, esta última es absolutamente demostrable en lo que tiene que ver con la aceptación de inversión extranjera, que tampoco es un hecho que recién ocurre, dado que esta, especialmente la de origen europeo -la española concretamente-, no ha dejado nunca de hacerse, incluso en pleno régimen franquista. Recuérdese que la condición de descendiente de gallegos de Fidel Castro motivó, entre otras razones, la simpatía que el líder cubano le mereció a Francisco Franco.

Por otra parte, parece constituir un avance que el nuevo texto constitucional dé por finalizado todo rasgo de homofobia, cruelmente ejercida de manera oficial en los inicios de la Revolución.

Cabe esperar lo que suceda cuando el proyecto de reformas sea sometido en las urnas a la consulta popular requerida.