Asilo. Julian Assange, en la Embajada de Ecuador en Londres donde permanece asilado desde 2012.

Cruce de suspicacias con Wikileaks

Julian Assange desmiente a los diarios que desvelaron sus reuniones con el exjefe de campaña de Trump. En el fuego cruzado, arremete contra Fernando Villavicencio.

El destino de Julian Assange y las consecuencias de las filtraciones de Wikileaks se están jugando en las grandes ligas del periodismo. Las revelaciones de las últimas semanas de diarios estadounidenses y británicos han levantado un ola de suspicacias con las que el lobby ‘assancista’ pretende desacreditar cualquier dato que pueda involucrarle más ante la Justicia estadounidense.

El fiscal especial de EE. UU., Robert Mueller, conduce una investigación para destapar si Rusia está realmente detrás de los correos del Partido Demócrata que derribaron a Hillary Clinton y auparon a Donald Trump hacia la victoria en las últimas elecciones presidenciales. Las filtraciones salieron a la luz de la mano de Wikileaks. Y en las últimas semanas, presuntamente por error, se coló entre unos papeles de otra causa unos párrafos que acreditaban que EE. UU. está preparando una acusación contra Julian Assange, por cargos que se desconocen, ya que nada debería haberse conocido hasta que el ‘hacker’ australiano fuese detenido.

Pero para eso, Assange tiene que salir de la Embajada de Ecuador en Londres. Una meta para la que el Gobierno de Lenín Moreno está facilitando el camino, asegurándole al fundador de Wikileaks que Reino Unido no tiene intención de extraditarlo a su hermano mayor, EE. UU. El diario The New York Times publicaba esta semana, a propósito de los planes de Carondelet, que hubo conversaciones con el gran socio comercial ecuatoriano para facilitar la salida de Assange de la sede diplomática si EE. UU. le ayudaba a reducir su deuda.

De ahí se agarró Assange para fortalecer su tesis de que hay un entramado de pactos ocultos para que abandone el asilo que le protege desde 2012 y para que termine a disposición de la implacable Justicia estadounidense.

Su estrategia de defensa se ha centrado en el último mes en desacreditar al periódico británico The Guardian que le sitúa en el centro de la injerencia rusa en las elecciones que ganó Trump. Según ese medio, en un artículo publicado a tres manos incluyendo la firma de Fernando Villavicencio, Assange se reunió tres veces con el exjefe de campaña de Donald Trump, Paul Manafort. Una de ellas en 2016, en pleno periodo electoral.

Como acoso a la credibilidad del diario británico, Wikileaks ha incluso anunciado que interpondrá una demanda y ha apostado un millón de dólares a que The Guardian no puede demostrar que aquellas reuniones se dieron. Y tampoco que él tuvo algo que ver en la trama rusa y, por tanto, Estados Unidos tiene una razón menos para perseguirle.

En ese fuego cruzado, Wikileaks ha orquestado una campaña para desmontar la publicación atacando al historial de Fernando Villavicencio, recordando que fue un opositor frontal del Gobierno del expresidente Rafael Correa -quien dio resguardo a Assange- y que incluso tuvo una orden de prisión por injurias. Y así Ecuador, junto con Villavicencio, se cuela de nuevo en uno de los rifirrafes que el australiano libra contra el mundo. Hasta el punto de que el Gobierno ha tenido que desempolvar la escueta explicación que ofreció meses atrás sobre la reunión de Lenín Moreno con el mismo Manafort de la campaña de Trump: que solo acompañaba a unos inversionistas chinos y que nada se conversó sobre Assange.

Villavicencio: “Assange está acorralado”

Ante la campaña levantada en su contra por Wikileaks, Fernando Villavicencio da un argumento sencillo pero rotundo: “No es extraña esta estrategia de desacreditar al periodista en lugar de desmentir los nueve reportajes con los que he ganado varios premios, uno de ellos en Colombia y otro el Mantilla de Ecuador. Assange y Manafort están acorralados y difícilmente pueden aceptar haber mantenido esas reuniones. Para Manafort, preso por lavado de activos, se complicaría aún más su situación jurídica. Para Assange, eso le sitúa en el centro de la conspiración rusa para perjudicar al Partido Demócrata en EE. UU.”. Pese a considerarla deleznable y calumniosa, no le sorprende. “Wikileaks y Assange empezaron con esta estrategia desde finales de 2014, cuando inicié las investigaciones que también fueron replicadas por The Guardian sobre la ‘operación Hotel’ que revelaba su plan de escape de la Embajada”, recuerda Villavicencio, cuestionando además que Assange, “que se hace llamar periodista”, pretenda atacar ahora la columna vertebral de la profesión: las fuentes.