
La crisis golpea fuerte al ‘arroz nuestro de cada dia’
Ayer en Guanchichal, el llamado paraíso del arroz, en Daule, los sembradores (a destajo) estaban felices. El sábado cobrarían por las tareas de sembrado que realizaban, cual máquinas humanas, en el lodoso terreno.
Ayer en Guanchichal, el llamado paraíso del arroz, en Daule, los sembradores (a destajo) estaban felices. El sábado cobrarían por las tareas de sembrado que realizaban, cual máquinas humanas, en el lodoso terreno.
Pero en el muro que separa una parcela de otra, los dueños de esas tierras vivían otras sensaciones. Las plagas están afectando de nuevo a sus bolsillos y poniendo en riesgo al rey de reyes de las ollas ecuatorianas. Diario EXPRESO recorrió esa zona ayer.
El arroz es el cultivo de mayor consumo. Al año, cada ecuatoriano se come, en promedio, un quintal y su efecto es tal que en poblaciones como Daule, Santa Lucía, Nobol, Samborondón, Palestina, es lo que sostiene los ingresos. Son 400 mil hectáreas las que se cultivan, principalmente, entre Guayas y Los Ríos. El doble de las de banano.
Luis Guaranda y Juan Briones son dos arroceros de la zona de América Lomas, en Daule, la ‘Capital del Arroz’, cuya economía se vino abajo por el exceso de plagas y la escasa liquidez de sus principales financistas: las piladoras.
“La cosecha de invierno está pésima: 20 o 25 sacas (de 210 libras) por cuadra, cuando antes sacábamos de 35 a 40. En verano, cuando sube la producción por el clima, solo logramos 50”, revela Guaranda.
Juan Briones vive la misma realidad: “Uno ve la plaga y se desespera, pero nada la detiene”. No la detienen las nueve fumigaciones que hace en los tres meses que dura el ciclo. Ni los químicos que les han recetado los ingenieros los salvan.
“Estamos saliendo en contra. El saco de semilla Iniap 011 cuesta hasta cien dólares. Los menos abusivos lo venden a 80 dólares. Son dos por cuadra lo que se necesita”, detalla.
La falta de dinero en las piladoras es otro problema. Pagan a los agricultores en tres o cuatro días. Y si no tienen efectivo, con cheque a fecha. El otro financista es el chulquero, pero solo “afloja” los dólares cuando ve que el terreno está plantado.
El que alquila está peor. Paga o 15 sacas o $ 400.
Andrea Ruiz tiene 56 años y desde que se acuerda ha cultivado arroz. Tiene dos cuadras y hace dos cosechas, porque cuenta con el riego de la Junta de Usuarios, pero no dispone de mayor capital para sembrar más seguido. Este año, con la ayuda de su sobrino Freddy Plúas, espera lograr al menos 35 sacas, 15 de ellas -agrega- para pagar el alquiler de cada cuadra. Pero tiene otros costos.
“Para el vaneamiento (de la espiga) hay que usar un producto; para el manchado de grano, otro; para el enrollador, otro; y para la cinta amarilla, otro químico”, explica Ruiz.
Industrias sienten los efectos
Fermín Bajaña, un industrial que invirtió en una de las plantas más modernas del país en la vía que lleva de Daule a Santa Lucía, señala que la falta de liquidez y el exceso de lluvias están creando un caos en la zona más importante para el cultivo del arroz.
“La producción está a la mitad”, dice, porque si “el agricultor no tiene dinero no puede sacar buenas cosechas”. En la zona las únicas manufacturas son las procesadoras del grano.
El consejo consultivo se cita hoy
Judith Ruiz, de la Corporación de Arroceros del Ecuador, espera que en la reunión de hoy, desde las 14:00 en Guayaquil, entre industriales, productores y Gobierno, se decida un alza del precio oficial.
Un grupo de productores exige 38 dólares y otro (Manabí, El Oro, Los Ríos) 40 dólares por saca de 200 libras en cáscara.
Pero la industria ha pedido que se mantenga en $ 34,50, pues en otros países es más barato: $ 20 en EE. UU. y en Uruguay.
Sembrar es lo que deja ganancias
Los sembradores son los que mejor salario tienen. Cobran 10 dólares por cada tarea (25 por 25 varas). Algunos, los más veloces, pueden llevar a cabo dos o tres tareas por día, pero deben hacerlo bajo el agua. No se llaman por sus nombres, sino por sus apodos.