Tarimero. Rafael Correa volvió ayer por sus fueros ante el núcleo más duro de sus militantes de todo el país.

Convencion correista: entre la expulsion masiva y el harakiri

Un paradero turístico, la hostería La Pradera, en el kilómetro 7 y medio de la vía a Atacames, recibió a los delegados procedentes de todas las provincias que se dieron cita en esta suerte de sabatina pletórica de euforia y gritos destemplados.

El correísmo clama por venganza. Los aproximadamente 1.500 militantes duros de la tendencia reunidos ayer en convención nacional en Esmeraldas, en torno a su líder máximo, Rafael Correa, decidieron por aclamación emprender con una orgía de expulsiones: las del presidente de la República, sus ministros y funcionarios, los asambleístas que lo apoyan, las directivas provinciales, cantonales y parroquiales y todo cuántico (así llaman a quienes apoyan a Lenín Moreno) que se les pase por delante. Si esto no resulta practicarán el harakiri político: se desafiliarán en masa y partirán (así propuso Correa) en busca de un hogar que los cobije.

Un paradero turístico, la hostería La Pradera, en el kilómetro 7 y medio de la vía a Atacames, recibió a los delegados procedentes de todas las provincias que se dieron cita en esta suerte de sabatina pletórica de euforia y gritos destemplados. Un enronquecido y ditirámbico maestro de ceremonias dispuesto a trapear el piso con la figura de Lenín Moreno marcó el tenor de la reunión. Un manojo de folcloristas despachó el estreno nacional de “A la consulta dile no” y la plana mayor del correísmo tomó su lugar en la mesa directiva: Pabel Muñoz, Virgilio Hernández, Augusto Espinosa, Ricardo Patiño, Gabriela Rivadeneira, Paola Pabón, Paola Cabezas y el siempre silencioso Javier Ponce.

Hubo gritos de “Traidor”, canciones de Quilapayún, reivindicación de las ovejas e insultos irreproducibles destinados al presidente de la República. En un cartel se leía la palabra “Resistencia”, nuevo papel histórico que el correísmo se atribuye.

Gabriela Rivadeneira rindió el informe político de sus actividades desde el golpe de Estado perpetrado al interior del movimiento el pasado 31 de octubre. Virgilio Hernández pergeñó un análisis de coyuntura con el consabido recuento de las perversidades de la oligarquía. Ricardo Patiño presentó los lineamientos del “compromiso militante”, básicamente un llamado a las bases para convertirse en apóstoles de su ideología. Y la concejal quiteña Anabel Hermosa expuso las propuestas de cambio de estatutos y régimen orgánico del partido, elaboradas bajo el signo de la “depuración”.

El pastel de fondo, inevitablemente, fue el discurso de Rafael Correa. El expresidente arremetió contra Lenín Moreno (“cínico”, “ingrato”, “cuántico traidor”, “bajo”, “dictador”), defendió la inocencia de Jorge Glas (“no hay una prueba en su contra”) e instruyó a sus fieles sobre cómo votar en la consulta popular: en las preguntas 2, 3 y 4, no; en el resto, libertad de criterio. “¡Nooo!”, gritaron a una sola voz los militantes, a quienes esa idea les incomoda visiblemente.

“Estamos -dijo Correa- en una verdadera dictadura”, donde el Ejecutivo pretende arrogarse el control de todas las funciones del Estado, cosa que, desde el 24 de mayo para acá, le horroriza. A eso de las 14:30, cuatro horas después de instalada la convención, una fina pero pertinaz garúa empezó a ahuyentar a los militantes mientras Rafael Correa aún se hallaba en uso de la palabra. La cita concluyó con la canción anticonsulta del inicio y la multitud se lanzó a los buses que la esperaban en la carretera.

Con la mirada en el año 2021

Juan Cárdenas, en nombre de los militantes de la Sierra, lanzó la propuesta más aplaudida del día: que Rafael Correa sea proclamado, desde ya, candidato para las presidenciales de 2021. El expresidente declinó el ofrecimiento para que nadie crea que este es un movimiento caudillista